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El enamorado Jacinto llega á tu presencia y con voz apagada te pide el escapulario. Entonces, empujando á Maripepa que iba á tu lado, le dices: «Dale el tuyo, querida, que el mío ya lleva sobrados besos». Jacinto se ve obligado á besar el escapulario de la horrible coja, mientras ríes malignamente. La romería del Carmen.

Hay que saber que á ésta le parecía aquel noviazgo cosa ridícula como á todo el mundo, porque aparte la espantable fealdad de Maripepa, su hijo contaba quince años menos; pero tal idea tenía de su juicio y de su gusto que todo era de temer, y vivía sobresaltada desde que á Regalado se le había metido en el magín casarlo con la coja.

Pero he aquí que de uno de ellos sale una voz gritando: ¡Maripepa, que ahí viene Pacha! Oirlo aquélla y emprender rauda carrera, todo lo rauda que le consentía su pierna defectuosa y el peso que llevaba, fué todo uno. En efecto, una mujer de bastante más edad, aunque no tan fea, venía corriendo hacia ellos.

Regalado se fingía enamorado profundamente de sus gracias, la seguía, la requebraba y á veces le daba también serenata á la puerta de su casa con la flauta, pues era diestro tañedor de este instrumento. Maripepa había llegado á creer en su pasión, y aunque no la alentaba, porque el mayordomo de D. Félix era casado, la agradecía mostrándose con él afectuosa y compasiva.

Solteras ambas, vivían juntas, manteniéndose de una escasa labranza y del trabajo de Maripepa que era habilísima tejedora. Todo lo que hilaban las mujeres en Entralgo y Canzana lo convertía ella en tela. Pacha, que le llevaba diez ó doce años, cosía por las casas y ejercía el mando de la suya.