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En aquella época, bueno será que le advierta que me complacía en andar muy lechuguino ó sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía siempre escamada á mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola un poco enojada. No es malo tener á las mujeres un si es no es celosas.

Los teatros, las flores y los regalitos a su ídolo, las francachelas con sus nuevos amigos del Club de los Salvajes, los trajes y las joyas, todo lo que constituye, en suma, el tren de un lechuguino en la corte, le hicieron desembolsar sumas enormes con relación a su hacienda. Para ello hubo necesidad de echar mano del capital.

Y comparando proceder con proceder, Anita encontraba abominable el del clérigo. Y le faltó tiempo para decírselo a don Álvaro. En tono confidencial, que al lechuguino le supo a gloria, le fue diciendo, cuando pudo hablarle sin que los oyeran: ¿Qué le parece a usted la conducta del Magistral? ¿Que le había de parecer a don Álvaro? ¡Abominable! ¿Pues qué era lo que él, don Álvaro, tenía dicho?

¿Qué mandaba usted? No tardó en reconocerme, y abriendo los brazos exclamó: ¡Rodolfo! ¡Rodolfo! ¿ por aquí? Ya sabía yo que de un día a otro llegarías.... ¡Bendito sea Dios! ¡Y qué crecido estás! ¡Alabado sea el Señor que me concede verte hecho un varoncito, un lechuguino de lo más guapo! Y... ante todo, ¡ya lo ! ¡ya lo ! Como siempre estoy preguntando por .

Yo sostengo que no la obsequia decía el lechuguino, envidioso.

Amparo solía llamar en broma su hijastra a Clementina. ¡Qué hijastra, ni qué madrastra! exclamó el lechuguino con gesto de mal humor . ¡Si pensarás que hay mujer que me retenga a cuando no quiero! El despecho, incubado toda la noche, rompía ahora con fuerza la cáscara. ¡Olé mi niño!

Tenía cuarenta años muy bien cuidados; amaba mucho, y se creía un lechuguino, en la esfera propia de su cargo, cuando dejaba el mandil y se vestía de señorito. Colás era un pinche de vocación decidida, colorado y vivo, de ojos maliciosos y manos listas. Los dos personajes, a más de la robusta montañesa que tenía a su servicio Visita, ayudaban a las damas en su tarea.