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Actualizado: 13 de junio de 2025


Para que mistress Augusta Haynes se decidiese á llamar al ingeniero Gillespie pretendiente que nunca había sido de su gusto era preciso que la hija estuviera en verdadero peligro de muerte. ¡Y él que se hallaba al otro lado del mundo, separado por una navegación de varias semanas!...

Como si su instinto le avisase la certeza de un amor que hasta entonces sólo había sospechado, mistress Augusta Haynes, al llegar el invierno, decidió pasarlo lejos de Nueva York, y fué á instalarse con su hija en un lujoso hotel de Pasadena.

La viuda de Haynes, que sin duda había tenido noticias de esta entrevista por la profesora de español, se marchó de San Francisco con su hija, y esta vez Edwin no pudo averiguar nada acerca de su paradero. Le era preciso, después de esto, tomar una resolución.

Al convencerse de que estaba despierto y bien despierto, encontró cierto placer en examinar todos los detalles físicos del ilustre Momaren, que hacían de su persona una reproducción exacta, aunque en escala reducidísima, de otra persona existente en el mundo de los gigantes humanos. El Padre de los Maestros era mistress Augusta Haynes, la madre de Margaret.

Pero á continuación pensó que él se llamaba Ra-Ra, y la grave viuda de Haynes era en este país el Padre de los Maestros, jefe supremo de las universidades, y además escribía versos. Buscó otra vez la mirada protectora de Momaren, quedando medianamente satisfecho al ver que los ojos de éste parecían amonestarle por su reciente distracción.

La pobre muchacha gemía, sin apartar de él sus ojos lacrimosos, como si fuese una divinidad en la que ponía todas sus esperanzas. Empezó á sentir la cólera de un celoso al ver que miss Margaret Haynes se preocupaba tanto de Ra-Ra y lloraba por su suerte. Yo seré su esclava decía la joven ; pero sálvelo. Que él viva, aunque yo pierda mi libertad para siempre.

Desde entonces, la majestuosa viuda empezó á pensar en lo urgente que era librarse de este aspirante á la dignidad de yerno suyo. La gallardía física del buen mozo, su aventura militar, que tanto entusiasmaba á las jóvenes, y sus destrezas de danzarín, eran para la señora Haynes otros tantos títulos de incapacidad.

La entrevista resultó grata para el joven, porque le dió la seguridad de que Margaret le amaba siempre; mas no por eso sacó de ella un resultado positivo. Miss Haynes era una buena hija y no se declararía nunca en rebelión contra su madre.

Palabra del Dia

rigoleto

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