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Actualizado: 23 de junio de 2025
Petra discurría perfectamente en estas materias, porque leía folletines, la colección de Las Novedades, que dejara en un desván doña Anuncia, y sabía quién desafía a quién, llegado el caso de descubrirse los amores de una señora casada. El que desafía es el marido, no un pretendiente desairado, y mucho menos siendo cura.
Poco fecunda fue España en novelistas durante todo el siglo XVIII y los dos primeros tercios del XIX. Las novelas inglesas y francesas traducidas al castellano, casi bastaban para el consumo, ya publicadas en los folletines de los periódicos diarios, ya propinadas en tomos.
Se decía hija de un comandante y se agarraba el derecho de despreciar a sus compañeras nacidas del seno de la plebe. Era más instruída que ellas porque leía todos los folletines que le venían a las manos: cuidaba de no decir palabras feas: no solía emplear tampoco locuciones flamencas. Tenía alguna más edad que la Amparo y la Nati.
No tardó en cansarse de ellos hallándolos demasiadamente inocentes. Enfrascóse después en el trágico laberinto de los folletines que, si bien le mantuvieron agitado y divertido una larga temporada, no consiguieron pegársele al alma.
Los jóvenes salvajes, aunque poco dados en general a la literatura, recibían no obstante su influencia. Lo que entre ellos priva son los folletines y las novelas de salón. Estas, novelas trazan la figura de un hombre ideal lo mismo que los libros de caballería.
Desdeñaba los libros clásicos, y me engolfaba en el piélago anchuroso de la literatura romántica. Andrés compró cierto día, en su tienda de «La Legalidad», un tercio de papeles viejos, entre los cuales hallé folletines, libros, folletos, entregas, y tomos de «La Cruz», que me apresuré a recoger.
Pero al fin Ana se vio sola en el comedor, cerca de aquella chimenea de campana, churrigueresca, exuberante de relieves de yeso, pintada con colores de lagarto; la chimenea, al amor de cuya lumbre leyera en otros días tantos folletines la señorita doña Anunciación Ozores, que en paz descansa. Ahora no había allí fuego; la hornilla, descubierta, era un agujero de tristeza.
Palabra del Dia
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