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Es preciso pedir licencia; pero para pedir licencia es preciso poder presentar fianzas.

22 Mas los años contados vendrán, y yo andaré el camino por donde no volveré. 1 Mi aliento está corrompido, mis días son cortados, y me está aparejado el sepulcro. 3 Pon ahora, dame fianzas contigo; ¿quién tocará ahora mi mano? 4 Porque a éstos has escondido su corazón de entendimiento; por tanto, no los ensalzarás.

12 El que carece de entendimiento, menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla. 13 El que anda en chismes, descubre el secreto; mas el de espíritu fiel encubre la cosa. 15 Con ansiedad será afligido el que fiare al extraño; mas el que aborreciere las fianzas vivirá confiado. 16 La mujer graciosa tendrá honra; y los fuertes tendrán riquezas.

Un muchacho asturiano, que fué a quien le hicieron la pregunta, respondió que el oficio era descansado y de que no se pagaba alcabala, y que algunos días salía con cinco y con seis reales de ganancia, con que comía y bebía, y triunfaba como cuerpo de rey, libre de buscar amo a quien dar fianzas y seguro de comer a la hora que quisiese, pues a todas lo hallaba en el más mínimo bodegón de toda la ciudad.

#Una# mañana se levantó el aduar, y se fueron a alojar en un lugar de la jurisdición de Murcia, tres leguas de la ciudad, donde le sucedió a Andrés una desgracia que le puso en punto de perder la vida; y fué que, después de haber dado en aquel lugar algunos vasos y prendas de plata en fianzas, como tenían de costumbre, Preciosa y su abuela, y Cristina con otras dos gitanillas, y Andrés, se alojaron en un mesón de un viuda rica al cual tenia una hija, de edad de diez y siete o diez y ocho años, algo más desenvuelta que hermosa, y, por más señas, se llamaba Juana Carducha.

Por la Junta superior de propios y arbitrios de Buenos Aires, o por quien la Superioridad tuviese por conveniente, pudieran nombrarse en aquella ciudad tres o cuatro sujetos de calidad, y con las fianzas convenientes, para apoderados de los pueblos, habilitándolos para que pudiesen recibir encomiendas de ellos; y que a éstos y no a otros dirigieran los factores las haciendas de sus respectivos manejos, pero dejándoles la libertad de elegir de estos apoderados aquel que quisieren, y la de remover las encomiendas cuando lo considerasen útil a sus intereses, sin necesitar de pruebas, como tampoco las necesitarían los mismos apoderados para excusarse a recibir las encomiendas cuando no les acomodase el recibirlas, así como se practica entre comerciantes.

Vuesa merced coplee cuanto quisiere, que yo dormiré cuanto pudiere. Y luego, tomando en el suelo cuanto quiso, se acurrucó y durmió a sueño suelto, sin que fianzas, ni deudas, ni dolor alguno se lo estorbase.

De allí a cuatro días llegaron a una aldea dos leguas de Toledo, donde asentaron su aduar, dando primero algunas prendas de plata al alcalde del pueblo, en fianzas de que en él ni en todo su término no hurtarían ninguna cosa.