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Essex, muy alarmado, previno incontinenti al corresponsal, dándole tiempo de poner remedio, que fué el de su táctica probada. Anunció al Rey otra tenebrosa traza de los Faraones de Egipto, enderezada á perderle con la invención de cartas que pusieran en duda su lealtad, su amor, su adhesión, etc.

La misma corrupción aparece ya en tiempo de los Faraones y se repite en Fedra, en Briolanja y en las empecatadas mujeres de las que consiguieron triunfar los tres gloriosísimos santos que hemos citado. No implica mayor corrupción, ni necesitamos atribuir al autor de la novela mayor pesimismo, para que quede justificada la venganza que toma la Duquesa haciendo saber a Ignacio su deshonra.

Confieso con ingenuidad que lo que es en punto a hermosura, no atino a representarme que supere a Pepita Jiménez la mujer de aquel príncipe egipcio, mayordomo mayor o cosa por el estilo del palacio de los Faraones; pero ni yo soy, como Josef, agraciado con tantos dones y excelencias, ni Pepita es una mujer sin religión y sin decoro.

Yo trabajo por hacerla cristiana; pero ella está conforme con ser el enigma escondido en el palacio de Faraon; digo mal, en el palacio de dos Faraones: uno es España. Probablemente ninguno de los dos serémos muy tiranos con ella.

El pensamiento de abrir ese canal no es cosa nueva. Ya le tuvieron algunos Faraones, y sin duda le tuvieron también Salomón e Hiran rey de Tiro, cuando unidos en estrecha alianza enviaban sus flotas a Ofir, de donde volvían cargadas de riquezas.

La Esfinge lo parecía ya de verdad; y cuando se llega a ese estado de petrificación y de dureza, se vive una eternidad, y no se cuenta por años, sino por siglos, como para los monumentos de los Faraones. Hablando del suceso largamente, llegó a decir la Esfinge: Otra nueva trapisonda tenemos. Basta con oler la carta para convencerse de ello. Todas esas mujeronas huelen a lo mismo.