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Actualizado: 22 de junio de 2025
Su figura se aproximaba a las sillas de posta antiguas, que todavía hacen el servicio del correo en Madrid desde la Central a las Estaciones. Lo llamaban la Góndola y el Familiar y con otros apodos. Al Magistral se le hizo un poco de sitio, entre Ripamilán y Anita, con palabra solemne de dejarle en el Espolón, donde él tenía que buscar a cierta persona. Le secuestramos había dicho Obdulia....
Ya no pasaba nadie por la Plaza Nueva; ni lacayos, ni curas, ni chiquillos, ni mujeres de pueblo; todos debían de estar ya en el cementerio o en el Espolón....
Dios nos libre. ¿Al teatro? Abominación. ¡A la novena, al sermón! y de Pascuas a Ramos un paseíto con la mamá por el Espolón o el Paseo de Verano; los ojitos en el suelo; no se habla con nadie; y en seguida a casa. Después viene la gran prueba: el viaje a Madrid.
En fin, que algunas señoras de las más encopetadas se atrevieron a romper la tradición, y desde Octubre en adelante, hasta que volvía Pascua florida, se pasearon con gran descoco en el Espolón. Tras aquéllas fueron atreviéndose otras; los pollos advirtieron que el Paseo de los curas era más corto y más estrecho que el Paseo Grande, y esto les convenía.
El Magistral se había quedado atrás, en poder de doña Petronila Rianzares que le hablaba de un asunto serio: la casa de las Hermanitas de los Pobres que se construía cerca del Espolón, en terrenos regalados por doña Petronila con admiración y aplauso de toda Vetusta católica.
De tarde en tarde algunos señoritos se daban de bofetadas en el Espolón, en algún sitio público, pero no pasaba de ahí. Los insultos no tenían jamás consecuencias. Nunca había habido en Vetusta una sala de armas.
Palabra del Dia
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