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Actualizado: 14 de junio de 2025


Les vi varias veces cuando regresaban, ella cargada con un ramo de lilas, el velo un poco echado atrás, cual si sacrificara la compostura a la libertad de la vida campestre, el rostro algo encendido por la agitación del paseo y la vehemencia del discurso; él cargado con otro ramo suplementario, hecho un pollastro, con diez años quitados por ensalmo de encima de su cuerpo; los niños, revoloteando ora delante, ora detrás, ensuciándose de tierra y azotándose con varitas, sacudiendo los árboles tiernos y saltando las acequias salidas de madre.

Tan grande llegó a ser, que el marqués de Soldevilla, abandonando el campo, emprendió la carrera hacia su casa para guarecerse. Siguióle inmediatamente don Rudesindo, luego Peña y Galarza. La batalla se deshizo como por ensalmo. Mas antes de atecharse, a todos se les ocurrió volver la cabeza para ver qué había sido de sus apadrinados.

Momentos son estos de grave inquietud y trasiego para los servidores de la farándula: en las terrases de los cafés cosmopolitas del Boulevard, como en los aireados «mentideros» de la calle de Sevilla, por la tarde, y de la Puerta del Sol, á última hora de la noche, las buenas y las malas noticias revuelan como bandada de pájaros sobre bancal de trigo, las discusiones de los descontentos arrecian, y las ofertas de empresarios fantásticos llueven que es bendición para desvanecerse horas después como por ensalmo diabólico.

Sus interlocutores eran doña Luz, doña Manolita, el médico, Pepe Güeto, el cura alguna vez y don Acisclo siempre. Cuando venía más gente en casa de D. Acisclo, aquella franqueza desaparecía, y la conversación, como por ensalmo y sin poder evitarlo, bajaba al nivel villafriesco. Las condiciones de entendimiento y de carácter movían a esto al P. Enrique, no por altivez, sino por timidez.

Palabra del Dia

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