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La conversación con que entraron en la venta era decir que habían robado a Lisboa, asombrado a Córdoba y escandalizado a Sevilla, y que habían de despoblar a Madrid , porque con sola la loa que llevaban para la entrada, de un tundidor de Ecija , habían de derribar cuantos autores entrasen en la Corte.

Se cree que los desmayas, malancos, manabos y tagabotes de la isla de Mindanao, así como los negros feroces de Nueva Ecija y otras tribus menos conocidas, sean pertenecientes á la gran familia de estos primitivos moradores de las islas. Los negritos son en general pequeños, delgados y ágiles; pero no mal formados.

El poeta siguió el ejército, llorando sus padres, y aun es fama que lloraron á escondidas tres de las chicas más guapas de Ecija. Al llegar á Madrid, el joven volvió á ser poeta, y entonces hacía versos al Rey cuando abría las Cortes, á Amalia, á Riego, á Alcalá Galiano, á Quiroga, á Argüelles.

Después de haber desechado muchos, pensó en uno que hay en Ecija, con cuya abadesa se carteaba, porque era allí donde se hacían los célebres bizcochos de yema imitados por Juana la Larga.

Luis Vélez de Guevara nació en Ecija, a fines de julio de 1579, de padres hidalgos, pero pobres : sabido es que la hidalguía y la pobreza casi siempre anduvieron juntas . Estudió la Gramática en su ciudad natal, y por julio de 1596 se graduó de bachiller en Artes en la Universidad de Osuna, eximiéndose por pobre de pagar los derechos académicos . Seguidamente entró a servir como paje a don Rodrigo de Castro, cardenal arzobispo de Sevilla, a quien acompañó en el viaje que hizo a Madrid y a Valencia para asistir en las bodas de Felipe III y doña Margarita de Austria, de las cuales y de sus esplendorosas fiestas trató el poeta adolescente en un poemita que hizo imprimir en Sevilla, a su regreso .

Tuvo noticia de ello el Rey, y cuando conversó con el festivo abogado prendóse tanto de él, que no sólo le perdonó la multa, y la vida al delincuente, sino que, además, ya no pudo pasar sin el trato de Vélez de Guevara, a quien protegió sobremanera. Esto fué lo que suele llamarse hablar de memoria, porque en todo el relato no hay otra cosa verdadera que lo de ser Ecija la patria del escritor.

Llegó á Sevilla el embajador Baronet Francis Cottington jueves 20 de febrero de 1631 saliendo á recibirle hasta Ecija, donde le encontró, don Juan de Mendieta «por no auer auisado cuando auia de entrar» pagándose á dicho señor 100 reales por el gesto que hizo.