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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Cuadróse Butrón delante de la dama y dijo golpeándose el pecho: ¡Confía en , Curra!... ¡Yo respondo! En aquel momento llamaron a la puerta: el registro había ya terminado y el jefe de orden público pedía permiso a la señora condesa para presentarle sus excusas. ¡Ay, no, no! exclamó Currita . Dígale usted que puedo muy bien pasarme sin ellas.

No, no quiero explicaciones de ningún género, repuso con una precipitación entrecortada Amparo... comprendo... lo comprendo todo. ¿Lo manda él? El lo quiere... porque... No, ni una palabra más, padre Ambrosio: dígale usted que si él quiere... yo también quiero...; pero pronto... pronto por Dios... que yo pare al fin donde Dios quiera que vaya a parar.

Y dígale, añadió Isagani, sin hacer caso de los codazos de su amigo, que el agua es muy dulce y se deja beber, pero ahoga al vino y á la cerveza y mata al fuego; que calentada es vapor, que irritada es océano ¡y que una vez destruyó á la humanidad é hizo temblar al mundo en sus cimientos!

Comuníquele lo que ha hecho. Dígale que me he llevado a su hijo, y hágale saber que jamás debe ver... ver... otra vez al niño. Allí donde vaya éste, él no debe venir; dondequiera que me lo lleve, él no debe seguir. Basta, pues. Estoy cansada y... me queda aún mucha tarea. Y la acompañó hasta la puerta. En el umbral, la mujer se volvió. Buenas noches.

Estoy como aquel a quien se le ha caído una casa encima. Mi salud se resiente de todas estas cosas: dígale usted al Sr. Vélez de Rada que cuando me vea, ya no le voy a gustar... ahora mismo se me va la cabeza, y noto unos desvanecimientos muy fuertes. Adiós, Padre; aconséjeme usted, porque no lo que me pasa.

Mi comandante, dígale usted a señá Rosa Mística que traslade su amiga al fuerte de usted cuando tenga cañones de veinticuatro, para que estén bien guardadas las niñas de las asechanzas del demonio, que se meten en guitarras destempladas. Me voy, porque don Federico no viene; estoy para que está vacunando a todo el lugar, inclusos señá Mística, el maestro de escuela y el alcalde.

Vámonos, profesor ordenó á Flimnap . Estamos cansando con una visita demasiado larga á este pobre gigante, que no parece de un vigor intelectual en armonía con su estatura. Despídame de él; dígale que he tenido mucho gusto en conocerle. Y se puso de pie, acudiendo inmediatamente los dos aspirantes á profesor que sostenían la cola de su toga.

Habiendo recibido Campon por dos veces la órden de sostener el paso á todo trance, mandó decir al gefe de la avanzada, que lo era el coronel Santander, estas notables palabras: «Dígale usted al coronel que los enemigos son mas de mil, que si quiere que me haga matar con mi gente, que me haré matarNo habia aun concluido de pronunciar estas palabras cuando el paso fué forzado y arrollada toda su fuerza.

Si D. Francisco de Quevedo no huviere partido para venir á Sicilia, donde le esperan, toquele vm. la mano, y digale que no dexe de llegar á verme, pues estaremos tan cerca; que quando aqui vino, por la subita partida no tuve lugar de hablarle.

Dígale apuntó por lo bajo á Flimnap que sus poesías también son magníficas y me gustaron mucho cuando las leí traducidas por usted. Jamás había experimentado un orgullo profesional ni una satisfacción de amor propio comparables á los de este momento.

Palabra del Dia

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