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Actualizado: 7 de septiembre de 2025


En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo; y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo; el tocino temblón como gelatina nacarada; la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa; y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.

Atrás, pillo, ladrón, descamisado, demagogo. Pero todo es inútil. Se lleva, se lleva nuestra cosecha, nuestro bienestar, nuestra riqueza. Pobres hermanas arruinadas, ¿qué haremos para recobrar la perdida colmenaEmpezar otra.

Es cierto que todos los desatinos que el poeta dice o hace, que su irreligión, su inmoralidad, sus blasfemias y sus teorías antisociales, aparecen por cuenta propia, sin que haya tirano, traidor o demagogo que las haga o que las diga; pero pronto se advierte, si se ahonda un poquito, que el poeta rara vez deja de duplicarse antes de romper los diques y soltar el torrente de su inspiración apasionada; y digo que se duplica, porque al mismo tiempo que conserva el juicio y la serenidad del ánimo para describirnos la pasión propia y los propios extravíos, se pone él como modelo en quien los tales extravíos y la tal pasión ejercen su deletéreo influjo, y acaso producen mil y mil desventuras.

No lo estuvo mucho tiempo, sin embargo, porque el demagogo Marroquín comenzó a romper con desusada frecuencia los botones de la levita y el pantalón, y con la misma frecuencia a subir a su morada buscando remedio para tales desperfectos.

Junto a él estaba el llamado Teneyro, diputado también, cura de Algeciras, hombre con pretensiones y fama de gracioso, aunque más que a la agudeza de los conceptos, debía esta al ceceo con que hablaba; de cuerpo mezquino, de ideas estrafalarias, tan pronto demagogo furibundo, como absolutista rabioso; sin instrucción, sin principios ni más conocimientos que los del toque del órgano, cuyo arte medianamente poseía.

Palabra del Dia

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