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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Otras cimas más humildes, enseñan en las inmediaciones sus largas crestas como dientes de sierra gigantesca en rápidos declives: son asientos esquistosos que el cono central de granito ha formado al levantarse. Más lejos aparecen alturas calcáreas, cortadas verticalmente y se continúan por vastas mesetas ligeramente redondeadas.
Encorvados, sudorosos, apoyándose en los grandes bastones que les sirven para sostener el piano en sus momentos de descanso, esos pobres indios trepan declives de una inclinación casi imposible para la mula. En esos casos, el peso cae sobre los cuatro de atrás, que es necesario relevar cada cinco minutos. A veces las fuerzas se agotan, el piano se viene al suelo y queda en medio del camino.
El sueño está virgen aún: sus montañas repletas de oro, sus valles húmedos de savia vigorosa, las faldas de sus cerros ostentan al pie el plátano y el cocotero, el rubio maíz en sus declives y el robusto café en las cumbres. ¡Gente de paz!
En una época no conocida, mucho antes que fueran redactados por el notario del país los primeros documentos de propiedad, uno de los asientos de las rocas que forman el valle subterráneo se hundía en el lecho del arroyo; luego, las tierras, faltas de base, fueron gradualmente arrastradas hacia el llano; poco á poco el gran agujero se fué abriendo, y las aguas, corriendo por sus declives, le dieron la forma de un embudo casi regular.
Le dio miedo esta extensión, rasa a la vista, que ocultaba las desigualdades del suelo, las cunetas, los hoyos de los árboles, los declives de los desmontes. Su pensamiento, quebrantado por el hambre, entorpecido por el frío, creyó ver, con tétrica alucinación, la imagen de su vida futura en esta planicie blanca, silenciosa, monótona.
Dos o tres imperceptibles hilos de agua cruzan la estrecha llanura, y aunque el corte de los cerros sobre el horizonte es algo monótono, hay tal profusión de árboles en sus declives, la baja vegetación es tan espesa y compacta, que la mirada encuentra siempre nuevas y agradables sensaciones ante el cuadro.
En los abruptos declives no se ahondarán repentinamente profundos barrancos, y las praderas del valle no desaparecerán bajo los amontonamientos de piedras y troncos arrastrados desde las laderas.
Algunas aberturas que nos parecían refugio de serpientes, en las que no hubiéramos metido la mano por temor á ser mordidos, eran un principio del abismo; las lluvias y los derrumbamientos interiores las han ensanchado tanto, que muchas de ellas son hoy principios con declives de roja arcilla, surcados por la corriente de las aguas.
Palabra del Dia
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