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La suerte me deparó a un fiel amigo que cubrió con su ternura aquel abismo de luto y de lamentos; acaso sin él me hubiese precipitado en aquella horrible negrura. Durante toda la noche, permanecí anonadado, no pude conciliar el sueño y me acosté vestido.

La melancolía del mar, en su indolencia no tiene por tarea multiplicar la muerte, sino que, impotente, tiende á conciliar el progreso con el exceso de movimiento. Es cien y mil veces más rico que la tierra, más rápidamente fecundo. Edifica y fabrica. Caúsanos tristeza al recordar que los miles de millones de seres que habitan el mar sólo poseen el amor vago, elemental, impersonal.

Pero, después del placer de conversar con usted, es necesario que acuda al cumplimiento de mi deber, que me llama desde la habitación vecina. ¡Placer, deber! dos caballos muy difíciles de uncir juntos. Yo intento hacerlo lo mejor que puedo, y si no llego a conciliar todas las cosas, es porque un hombre no puede maniobrar libremente entre el yunque y el martillo.

Pasaba las noches enteras sin poder conciliar el sueño. Comenzaron a darle algunos ataques de disnea. Todo hacía presagiar un próximo y funesto desenlace. En aquellos días se operó una crisis interesante en el espíritu atormentado del P. Gil. El materialismo pesaba como una losa sepulcral sobre su corazón.

Esta ruidosa causa duró muchos años: algunas personas principales y de autoridad procuraron interponerse entre el obispo, D. Alonso y la ciudad, para conciliar las diferencias que habia, y lograr se levantase el entredicho. Consiguieron esto último algunas veces, pero era tan díscola la condicion de los contendientes, que de todo sacaban pretesto para volver á la discordia. El señor de Sta.

Pues ahora déjame. Al quedarse solo volvió a contar el dinero, y al cabo de una hora se acostó. Estaba tranquilo, con esa falsa serenidad propia de quien, tras desearlo mucho, adopta una resolución muy grave. Tardó largo rato en conciliar el sueño. Su imaginación vagaba desvariando de unas ideas a otras, como si el razonamiento fuese incapaz de sujetarlas.

Tardó mucho tiempo en conciliar el sueño. ¡A cuántas tristes consideraciones se presta este caso! Mientras la turbamulta de los sarrienses desprovistos de ingenio, de ilustración y de ánimo, dormía a pierna suelta, aquel hombre benemérito se revolcaba en su cama como en lecho de espinas, sin lograr las caricias del sueño reparador.

Anoche me despedí de usted desde las puertas del Seminario conciliar de la diócesis de Pilares. Ahora, le invito a entrar conmigo. Doce añitos de estancia; pero, no se asuste usted. Comprimiremos estos años hasta dejarlos reducidos al volumen de un cuarto de hora.