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Actualizado: 24 de junio de 2025


Después, después. ¡Jo... sús! ¡Qué prisa!... Agur, agur». Luego que la anciana estuvo fuera, Isidora sacó de la cómoda un cofrecillo y del cofrecillo un libro. Era una novela entre cuyas hojas había varios papeles o cédulas guardadas con cierto orden y clasificación. No debían de ser ciertamente billetes de Banco, porque Isidora, al volver de cada hoja, daba un suspiro y ponía cara de mal humor.

Puse otra vez los dos retratos y el estuche en el cofrecillo, éste en su lugar, cerré el armario, y no sabiendo adónde había ido Amparo, me resigné a esperar su vuelta con la menor impaciencia posible. Al pasar por su gabinete vi una carta abierta sobre un velador. Aquella carta era sin duda la que había causado la precipitada salida de Amparo. La leí y palidecí como ella había palidecido.

Entro, y no la hallo; la busco por toda la casa, y no parece; llamo a la doncella, y tampoco está en casa; vuelvo a su gabinete, y veo la cama sin deshacer, su ropero en desorden y vacío el cofrecillo de sus alhajas. Pero ¿de quién me estás hablando? gritó el infeliz Peñascales, dominado de pronto por una horrible sospecha.

Conocía muy bien aquella via Maggio y en el momento acudieron á su memoria el Ponte-Vecchio, con sus tiendas y el Arno cenagoso, corriendo entre sus muelles de piedra. Tenía en la mano el cofrecillo y un ruido metálico se produjo en el interior, como el sonido de anillos de oro. Mauricio pensó: "Son las joyas de Herminia; sus adornos de soltera." Y un gran deseo de verlos se apoderó de él.

Palabra del Dia

rigoleto

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