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Actualizado: 5 de septiembre de 2025


El marino, bajo el peso de su fracaso y de las extraordinarias libaciones, se sumió en un mutismo enfurruñado. En el barrio de Chiaia se separaron. Ferragut, al quedar solo, sintió con más fuerza los efectos de la embriaguez que le dominaba, una embriaguez de sobrio, con la sorpresa fulminante de la novedad. Por un momento tuvo la mala idea de ir á su buque.

Al frente de ellos, como portaórdenes de la doctora, figuraba Karl, el escribiente que Ferragut había visto en el caserón del barrio de Chiaia. Este hombre, á pesar de su aspecto meloso, tenía en su historia varios delitos de sangre. Era un digno capataz del grupo de aventureros enardecidos por el entusiasmo patriótico que se reunía todas las tardes en cierto café del puerto.

El portero, como si presintiese las inclinaciones de este cliente de propina fácil, se encargó de escoger su habitación: un piso más abajo que la vez anterior, cerca de la que ocupaba la signora Talberg. Se encontraron á media tarde en la Villa Nazionale, y emprendieron juntos la marcha por las calles de Chiaia. Al fin iba á saber Ulises dónde ocultaba la doctora su majestuosa personalidad.

La doctora sólo podía habitar un edificio moderno é higiénico. Pero no se atrevía á hacer preguntas y pasaba adelante, temiendo ser espiado desde una ventana. Al fin desistía de su empeño. Chiaia tiene muchas calles, y él vagaba sin rumbo, pues el conserje del hotel no había podido proporcionarle ninguna indicación precisa.

Palabra del Dia

passaro

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