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En el centro del copete del más grande de los armarios, había una chapa de metal bruñido, con dos nombres grabados sobre una fecha. Señalando a los nombres, dijo Leto: Este es el blasón de nobleza del balandro: Mr. Watson y Mr.

No sirve ya díjole ésta después de mirarle un momento ; puede usted tirarle, si quiere. Y Leto, sin más ni más, le tiró, por pura obediencia. Ya se ve el balandro dijo al mismo tiempo. ¿Cuál es? preguntó Nieves. La única embarcación de aquellas cuatro, que está aparejada. ¡Cuánta vela tiene! Cuantas hay en casa.

¡Cuidado si es templada la chica esa! pensó Leto, empezando a discurrir en cuanto hubo pasado la última figura de la procesión . ¡Y guapa!... ¡Carape si es guapa!... y modesta, y sencilla para lo guapa y principal que es... Otra en su pellejo ¡se daría un lustre!... Resulta que le gustan mucho los paseos marítimos, y que quiere darlos en mi balandro... ¡Buena ocasión para lucirle en lo que vale!... la única, si bien se mira.

A Nieves la despertó una pesadilla. Soñaba que al fin su padre había consentido en que Leto metiera en el agua dos tablas de la cubierta del balandro. Para conseguirlo más fácilmente, Cornias había llenado de velas todo el palo, hasta el mismo grimpolón azul con la F blanca. No cabía más lienzo allí.

¡Lo propio que yo estaba pensando! exclamó Leto para . Dos fechas: el principio y el fin; porque esto es ya el acabose... ¡Cornias! gritó de pronto . ¡Arría! Arrió Cornias el aparejo que le sobraba al balandro; y así continuó éste deslizándose hasta atracarse a los maderos del muelle, con la misma precisión que si llevara medidas a compás las fuerzas y la distancia. En la villa