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Actualizado: 17 de julio de 2025
La idea de casamiento aterrorizaba a don Paco, y no porque en absoluto le repugnase estar casado, sino porque su hija, la señora doña Inés, le inspiraba un entrañable cariño, mezclado de terror, y porque ella era tan imperiosa como brava, y sin duda se pondría hecha una furia del Averno si su padre le diese madrastra, sobre todo de tan ruin posición, y si a los siete nietos que ella le había dado, y a los que calculaba que podrían venir todavía persistiendo ella en su actitud productora, quitase él la esperanza de heredar el majuelo, el olivar y la casa, y de gozar en vida suya de no poco de lo que él fuese granjeando con sus varias artes.
Para una débil mujercilla el susurro del viento es un gemido misterioso, la claridad de la luna es la aparicion de un finado, y el chillido de las aves nocturnas es el grito de las evocaciones del averno para asistir á pavorosas escenas. Desgraciadamente, no son solo las mujeres las que tienen imaginacion calenturienta, y que toman por realidades los sueños de su fantasía .
En seguida aparece la Sombra, como símbolo del pecado; oye con rabia y desaliento el himno, que resuena desde lejos, y conjura á los espíritus de las tinieblas á que se unan con él, si no han de perder para siempre el señorío del mundo. No largo tiempo después se presenta el Príncipe del Averno, envidioso y colérico contra el hombre, que ha de disfrutar al fin de la bienaventuranza.
Cayo le dice que los dioses le ayudarán en su empresa, con lo cual la otra se tranquiliza y se le quita el tembloreo. Después de estos desahogos, cae el telón, y cada uno se va por donde ha venido. Pero ya cuando Cayo hacía estos juramentos, cerró los ojos el Doctrino, poco preocupado de que el Averno se tragara á Italia, y comenzó á roncar suavemente como un dios holgazán.
Palabra del Dia
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