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Comíale el prurito de la solemnidad y de las grandes frases, y más de una vez le arrastraron sus obsesiones parlamentarias al extremo de replicar a su mujer en un diálogo prosaico sobre temas de cocina, con un «¡Su señoría se equivocaque, por lo campanudo y resonante, hubieran envidiado los más famosos adalides del Congreso.

Ejercitaron en este pueblo la crueldad hasta el estremo. Sacaron de la iglesia á un español, que se habia acogido al altar mayor con seis hijos varones, le arrastraron hasta su casa, le pusieron el cuchillo en las manos, precisándole con crueles azotes, á que fuese verdugo de su propia sangre, en presencia de la muger que se hallaba adelantada de su embarazo.

Los árabes, sin embargo, no eran muchos, y arrastraron en su expansión, valiéndose de ellas para triunfar, á hordas bárbaras ó semi-salvajes, como los habitantes del Norte de Africa, mauritanos, bereberes, ó como queramos llamarlos. En España se llamaron y se llaman moros. Sin duda por cada árabe de los que vinieron á la conquista de España, bien se puede suponer que hubo un centenar de moros.

La niña fue a ponerse detrás de una silla; desde allí, perseguida por Amalia y por Concha, corrió alrededor de la mesa; por último, se refugió detrás del mayordomo. ¡Manín! ¡Manín, por Dios me escondas! Pero éste la sujetó por un brazo y la entregó a la señora. Tomáronla cada una por una mano y la arrastraron, apesar de sus gritos penetrantes. ¡A la cueva no! ¡A la cueva no! ¡Madrina, perdón!

Entretanto con gran trabajo, ó luchando contra el torrente de las aguas que caen de aquellos peñascos, movieron las lanchas con intencion dañada, ó las arrastraron por el suelo con bueyes.