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En tales obras de apostólica caridad con los prójimos, no se olvidaba de mismo, pues en medio de ser todas ejercicio de virtudes y aumento de méritos, era, no obstante, muy delicado en la observancia regular, portándose de suerte en las funciones de operario evangélico, que no se descuidaba un punto en la guarda de las santas leyes y constituciones de la vida religiosa, antes se retiraba muchas horas del día á vivir más perfectamente para , para después obrar con más fervor con los prójimos.

Es verdad que tiene una cosa de bueno esta gente, que aunque uno pronuncie mal y hable peor, luego al punto le entiendenEsta es la carta de aquel misionero y esta es la dificultad más ardua, pero la más necesaria de vencer en quien emprende el oficio de la predicación apostólica de esta provincia.

Hacemos voto de pobreza; es decir, nos libertamos, ya para siempre de la preocupación económica, y nos consagramos a la contemplación, a la predicación, a la caridad, ora pasiva, ora activa, mendigando y dando ocasión a los demás para que se muestren caritativos, como hace la Orden franciscana, o bien socorriendo y mostrándonos nosotros mismos caritativos, al estudio, a la enseñanza, a la misión apostólica y conversión de gentiles, a un sinfín de obras largas y duras, egoístas y a la par desinteresadas, que nos absorben de la mañana a la noche, gracias a que estamos seguros de que tenemos siempre una cama, aunque dura, so un techo, y la mesa, aunque sobria, aparejada a hora fija.

No teniendo, pues, el Padre, más defensa que la confianza en Dios, se puso á rezar el Oficio Divino, cuando vió de repente junto á al cacique de los Quiriquicas, hombre de grande estatura y bien dispuesto; el cual, creyendo que en el Breviario estaban los hechizos que á él y los suyos impidieron el uso de los brazos, hizo fuerza por quitársele de las manos; mas el Padre, con buenas razones y modo propio de una caridad Apostólica, procuró disuadirle de su error, y prosiguió hablando de Cristo y de su santa ley, descubriéndole la perversidad y los engaños de sus Tinimaacas.

El fin, pues, de esta Relación, se reduce á dar noticia de las nuevas misiones que esta apostólica provincia tiene al presente en la nación de indios, que llaman Chiquitos.

No habia en España en la época á que nos referimos abadías de las que se llamaron luego inmediatas á la Sede Apostólica por no reconocer mas superior que el Papa, y tener libertad plena en la eleccion de abad sin sujetarse á la jurisdiccion del obispo.

¡Cuán radiante en la lejana perspectiva del pasado, como lampo que emergiera de las ondas de un nublado 20 se destaca luminosa de la pálida penumbra, la apostólica figura del vidente mensajero del amor y la justicia, con su rostro de lucero y el hechizo de su genio que encadena y que deslumbra!