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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Después de haber cumplido la penitencia que el prior le impusiera por haber quebrantado la regla, penetró en su celda, para probar ligero descanso. Al poco tiempo, tocaron a maitines, y el fraile quiso levantarse de su duro lecho, mas se nubló su vista, y sintió desfallecer... Y su vida fué apagándose lentamente....

La penumbra del crepúsculo matutino se había trocado con rápida transición en claridad luminosa, apagándose las estrellas en el éter, matizándose las nubes de carmín y de oro y transmitiéndose por el ambiente despejado y limpio el movimiento, los colores y las formas de los distintos seres.

La Compañía que mandaba el Capitán Almeyda había sostenido fuego con los insurrectos al tratar de retirarse éstos por la parte en que la tropa se encontraba, y la caballería, flanqueando los caminos, protegía el avance de la infantería. El fuego de los alzados iba poco á poco apagándose, y momentos después la corneta volvía á dejar oir sus notas bélicas, ordenando ¡alto el fuego!

Los soldados, haciéndose almohadas de las monturas, imitaron su ejemplo, y poco á poco fué apagándose el murmullo de sus voces.

»No pude menos de temblar, sugestionado por aquella fatal coincidencia en la que creí ver la imagen de mi propio destino. De igual modo va apagándose el único rayo de luz que ha rasgado las tinieblas de vida... Me volví a mi cuarto llorando como un niño.» «No estaba yo en lo cierto, Antoñita; también su tío tiene momentos de desesperación y abatimiento profundos.

El castillo está dispuesto para el recibimiento del noble prometido. Voy a mandar que enciendan nuevos fuegos; los barriles de alquitrán están ya apagándose. ELSA. ¡Padre! EL CONDE. ¿Queréis, quizá, que os envíe a vuestras damas de compañía? No tenéis más que mandarlo. Pero no; el amor prefiere la soledad. Perdonad a un viejo que ha olvidado ya lo que es el amor. ¡A vuestras órdenes!

Preséntase Roselo y su servidor; el último tropieza y cae, apagándose la luz que lleva; su angustia y su manera ridícula de expresarla, forman el más chocante contraste con lo terrible de la escena, y con la obscuridad del lugar en donde yace. Roselo estrecha en sus brazos á su devuelta esposa, y ambos huyen al castillo del padre de Julia.

El doctor, que no la perdía de vista y la contemplaba fijamente, me indicó que tocase piano pianísimo; entonces reemplacé el vals por algunos acordes que poco a poco fueron apagándose hasta quedar extinguidos, como el lejano canto de un pájaro que huye cruzando el espacio, hacia lugares remotos.

Palabra del Dia

ancona

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