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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Había cerrado la noche y brillaba la luna entre ligeras nubes cuando Roger, cansado y hambriento, llegó al mesón de Dunán, famoso en diez leguas á la redonda y situado fuera del pueblo, en la intersección de los tres caminos de Balsain, Corvalle y Munster. Era un edificio bajo y sombrío, cuya puerta señalaban al caminante y alumbraban de noche dos hachones encendidos.
Alumbraban aquel árbol de la vida candilejas en tal abundancia, que, según la relación de un convidado de cuatro años, hay allí más lucecitas que estrellas en el cielo. El gozo de la caterva infantil no puede compararse á ningún sentimiento humano; es el gozo inefable de los coros celestiales en presencia del Sumo Bien y de la Belleza Suma.
Fué en una noche blanca en que las susurrantes melodías del viento eran largos suspiros; fué una noche en que mi alma, recostada en tu seno, admiraba tus formas con mágico delirio; fué en una hora romántica en que el cielo del trópico era un arpa encantada, cuyos lejanos cirios alumbraban unánimes tu efigie soberana de mayestático ídolo.
Inclinose más hacia ella y le habló de ingratitud en tono de queja amorosa. Rosalía vislumbró horizontes de salvación que alumbraban con débil luz las tinieblas de aquel funesto día 9, ya tan próximo.
Desde dentro del jardin de las Tullerías, alcanzábamos á ver en dos filas simétricas los muchos faroles de gas que alumbraban los campos Elíseos, hasta el mismo arco de la Estrella, presentándose á nuestros ojos aquellas dos filas como dos columnas flotantes de fuego.
Arrimose en esto Maravillas a la cómoda, sobre la cual estaba la luz con que se alumbraban allí él y su padre; subió las gafas hasta dejarlas encaramadas sobre las cejas; levantó el periódico que tenía entre las manos, bajando al mismo tiempo la cabeza, de manera que no quedó el espacio de dos pulgadas entre los ojos y el papel, y comenzó a leer con voz nasal, atiplada y clamorosa, mientras el tabernero se le acercaba de puntillas, con una mano colocada detrás de la oreja y mordiéndose el labio inferior.
Entre tanto un bulto negro se apoyaba en una de las rejas del piso bajo de la casa que habitaba María y que daba a una de las angostas callejuelas tan comunes en aquella ciudad. No era posible distinguir las facciones de aquel individuo, porque una mano oficiosa había apagado de antemano los faroles que alumbraban la calle. Capítulo XXIII
Caía la noche. Los fuegos de la isla Nou se encendieron poco á poco en la bruma transparente que se extendía por el mar, y, en lontananza, se dibujó la forma del presidio, de los campos y de los almacenes, contorneada por los faroles que los alumbraban.
No había entonces baterías de gas y no podía llevarse la luz por delgados tubos, como años adelante se vio allí mismo, a una altura discrecional; las humildes candilejas alumbraban lo poco que podían, desde el tablado, como estrellas... de aceite, caídas.
Severiana casi no les oía, porque la cocina estaba lejos; pero la pequeñuela, a quien despertaron los gritos y la novedad del no acostumbrado lecho, se tiró de la cama, atravesó a gatas un pasillo, entró en el gabinete donde estaba el Niño Jesús, débilmente alumbrado por la lamparilla, contemplole un instante como si fuese un muñeco, y luego, atraída por la claridad a que dejaban paso las rendijas y junturas, empujó suavemente la puerta del comedor, y destacando sobre el fondo oscuro del gabinete, apareció iluminada por el intenso resplandor de las luces que alumbraban la cena.
Palabra del Dia
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