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Actualizado: 29 de junio de 2025
Brooke se había casado con una gitana del Albaicín. Buen provecho; pero de todas maneras era una aventura estúpida. La piel del tigre la conservaba, por el tigre, no por el inglés». Esta historia no la sabía bien Obdulia; creía que se trataba de un norte-americano; se lo había dicho Visitación... «¿Por qué no había ido al teatro?
Del pié de la Alhambra y el Albaicin se extiende la ciudad sobre las dos márgenes del Darro y la derecha del Jenil, descendiendo en plano inclinado hacia la Vega.
San Ignacio ha derrotado á San Bruno. Comenzamos á trepar la alta colina donde tiene su asiento el Albaicin, Servíanos de guia un hombrecito muy pobre, de setenta y dos años, llamado Juán López Salcedo, cuya conversación nos agradaba y divertía mucho.
Al fin de la calle del Águila también desmerece mucho el vecindario, pues en la explanada de Gilimón, inundada de sol a todas las horas del día, suelen verse cuadros dignos del Potro de Córdoba y del Albaicín de Granada. Por la calle de la Solana, donde habita tanta pobretería, iba Fortunata a misa a la Paloma, y se pasmaba de no encontrar nunca en su camino ninguna cara conocida.
Y Radjí, con marcha lenta, afanosa, el huertecillo cruzando, seguido de su señora, el rastro tomó en demanda de la pintoresca loma del Albaicin, por callejas estrechas, ágrias, medrosas, ó entre vallados floridos de cármenes, cuyo aroma el aire con su fragancia perfumaba deliciosa.
¡Granada, mi Granada! aportillada y rota, hundidos tus alcázares, desierto tu Albaicin, ni tu pendon bermejo en Bib-Arrambla flota ni en tus marciales fiestas ondula la marlota del lidiador zenete ó el fiero mogrebin.
Fue imposible conseguir una danza formal que nos prometiera el capitán, pero en los bosques de la Alhambra y en las calles del Albaicin pudimos ver algunas muestras. ¡Qué de agitación, de delirio artificial, de extrañas contorsiones, de locura reflexiva, de lubricidad aparente en una raza esencialmente casta! ¡Qué de sonidos atropellados, rudos y de salvaje melancolía!
¡Qué bonitas! La mujer del pueblo es más varia. Tenemos las artesanas y del pequeño comercio; tenemos las labradoras que viven en el Albaicín, en las Huertas, en el barrio de San Lázaro y en todos los arrabales; y tenemos la inmensa falange de criadas de aquella población donde apenas hay criados masculinos. Estos bailes y estos cantos son estrictamente nacionales y casi se reducen al fandango.
Considerada desde el cerro del Albaicin ó desde el Jeneralife, las impresiones son distintas. Desde el primer punto se la ve original, soberbia y pintoresca. Desde el segundo se la comprende completamente, hallándola grandiosa, estupenda y muy compleja. El Jeneralife era la casa de campo, en cierto modo, de la Alhambra.
A la derecha se levanta el estribo de serranía donde se admiran las bellezas del Monte-Santo y el barrio de Albaicin, arrabal subterráneo donde vive bajo las rocas, en la miseria y el abatimiento, la raza misteriosa de los Gitanos; y en el fondo del abre que separa ese cerro del de la Alhambra y el Jeneralife, desciende por entre jardines, molinos y bosques de frutales el Barro caprichoso, tan presto arroyo miserable como torrente caudaloso.
Palabra del Dia
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