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Recibimos un mundo nuevo, bárbaro, despoblado, sin el menor síntoma de organización racional : ¡mírese la América de hoy, cuéntense los centenares de millares de extranjeros que viven felices en su suelo, nuestra industria, la explotación de nuestras riquezas, el refinamiento de nuestros gustos, las formas definitivas de nuestro organismo político, y dígasenos qué pedazo del mundo ha hecho una evolución semejante en medio siglo!

En la colección del archiduque Raniero hay papiros escritos en lengua arábiga, desde la conquista muslímica, en el siglo VII, hasta bien entrado el siglo X; los hay del tiempo de los primeros sucesores del Profeta, y de las dinastías de los Omiadas, Abasidas y Tulunidas.

Si fuera posible trasladar al lector á las gradas de San Felipe, capitolio de la chismografía política y social, ó sentarle en el húmedo escaño de la fuente de Mari-Blanca, punto de reunión de un público más plebeyo, comprendería cuan distinto de lo que hoy vemos era lo que veían nuestros abuelos hace medio siglo.

Pero el espiritualismo de nuestro siglo es sintético, y ésta es la causa de que algunos, que no le comprenden, acusen de materialista a nuestro siglo.

Pero estas causas debieran influir más en los pueblos libres que en pueblos como el de Cuba, que gime aún bajo el abominable yugo de España. Cuba, no obstante, apenas tenia á principios de siglo más población que 400.000 almas. Hoy pasa la población de Cuba de 1.600.000.

Ya en el siglo XVIII, y en tiempos del Asistente Dávalos, se formó una glorieta adornada con árboles, fuente, pirámides y asientos que fué la admiración de nuestros antepasados, mas aquel sitio puede decirse que no llegó á embellecerse por completo y á convertirse en uno de los más hermosos de las afueras de Sevilla, hasta los años en que ejerció el cargo de Asistente el célebre D. José Manuel de Arjona, á quien se debieron no pocas mejoras materiales de la población.

Era una gran pieza larga y antigua, donde ardía un brillante fuego, y las lámparas estaban suavemente sombreadas con pantallas de seda amarilla. De un extremo a otro se veían las hileras de libros con sus lomos grises, los que probablemente hacía medio siglo que no habían sido tocados.

Un libro nuevo, bien impreso, satinado y limpio, no encaja bien entre aquellas dignas y graves óperas, preñadas hasta reventar de latín y de ciencia. Nuestro sabio torna a la portería meditando todo esto, y escribe sobre otra papeleta el título de un libro sobre filosofía, del siglo trece.

17 Porque he aquí, que yo creo nuevos cielos y nueva tierra. De lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. 18 Mas os gozaréis y os alegraréis por siglo de siglo en las cosas que yo crearé: porque he aquí, que yo creo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo.

Esto de la afición á los dulces ha sido cosa antigua en nuestra ciudad, como así lo prueba la importancia que siempre tuvo el gremio de confiteros y lo numerosos que ya en el siglo XVI eran los establecimientos dedicados á la venta y fabricación de dulces de las clases más variadas.