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Actualizado: 5 de julio de 2025
De aquí tantos soberbios edificios de los siglos XVI y XVII, y de aquí también el haberse conservado cuidadosamente los de épocas anteriores.
Todavía entrado el siglo XVII, además de los particulares, el mismo Concejo sevillano costeaba «oficialmente» un rezador, el cual no consta que fuese ciego, más para el caso no es esencial la diferencia.
La plaza del Salvador era teatro con frecuencia, en el siglo XVII, de muy variadas escenas; allí se celebraron más de una vez fiestas de toros y cañas, para solaz de los canónigos de la Colegiata, y á las que acudía siempre el pueblo con gran regocijo y alboroto.
El lindo Don Diego es una de las mejores comedias de figurón, especie dramática, que en la segunda mitad del siglo XVII comenzó á ser muy popular. Don Diego, personaje al cual se debe que esta comedia pertenezca á la clase indicada, es un señor joven y elegante, que viene de provincias á Madrid para casarse con una rica heredera.
Por lo importante de su categoría, que hacía importante su influencia, llovían sobre el convento magníficos donativos. En el siglo XVII hubo un verdadero furor por las fundaciones religiosas y piadosas.
D. Pedro Antonio de Castro, tronco de otros muchos Castros, muy aplaudidos en los teatros españoles durante el siglo XVII, siendo el último de esta línea, en el XVIII, el llamado Damián de Castro.
Volviendo ahora los ojos á su oficio social, si así puede decirse, principio por no estar conforme con el nombre de Bolsa, aplicado al cambio oficial, cambio importado en Francia por el hacendista escocés Law, á fines del siglo XVII.
Y así Sevilla, y Valencia, y Medina del Campo, famosas por su feria y sus industrias continuaba Gabriel . Sevilla, que en el siglo XV poseía dieciséis mil telares de seda, llegó en el XVII a no tener más que sesenta y cinco.
Tal fué el inhumano procedimiento que aquellos piadosos varones del siglo XVII seguían con sus esclavos, á quienes tanto maltrataban y en contra de quienes encima levantaron mil calumnias, y condenaron á remar en galeras, como premio á los servicios que habían prestado.
En este sentido, la literatura del siglo XVIII, con relación a la del siglo XVII; fue literatura del porvenir, y la del siglo XIX lo fue con relación a la del siglo XVIII, y la del siglo XX lo será con relación a la de nuestro siglo; pero no es esta perogrullada lo que quiere expresarse cuando se habla hoy de literatura del porvenir.
Palabra del Dia
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