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Un escritor francés, del siglo XVII, dice á este propósito lo siguiente: «En el primer año del casamiento del Rey vino á París una compañía de comediantes españoles; los comediens du Roi les cedieron el teatro, como antes hicieron con los italianos, los cuales, con Molière, ocuparon el teatro Petit Bourbon y el del Palais-Royal.

Carthag., Etymolog., lib. Cyprian. Epist., 103. Lactant. Instit. div. Tertul. Opp. ed. Semler, tomo IV, cap. 10, 16. Crysost. Homil. 7 in Matthæum, 113 y siguientes. Minut. Fel. in octav, cap. 37. Cod. Theod., lib. XV, tít. VII, lib. IV y VIII. Cod. Justin., lib. V, tít. XVII, lib. VIII. Nov. CXV, cap. 3, 10. Synod. Carthag. Illiber. Bibliotheca patrum, tomo I.

El aparato que se emplea para estimar la velocidad de las naves, llamado por los marineros españoles Corredera, no se generalizó hasta los fines del siglo XVII, aunque antes se hubieran ensayado diversos mecanismos.

"En el siglo XVII, dice Seignobos, la sociedad europea tenía bases análogas en todas las naciones: la autoridad absoluta del Estado y de la Iglesia. El poder del soberano emana de Dios y no tiene límite... No era posible publicar libros sin el consentimiento del gobierno, y los habitantes podían ser presos indefinidamente.

Antiguas son en Sevilla las procesiones del rosario que durante las primeras horas de la noche y por las madrugadas recorrían las calles de la ciudad cantando oraciones, pero los historiadores señalan como la época de que arranca el gran apogeo de tales actos religiosos, los últimos años del siglo XVII, en que sufrieron notables reformas que contribuyeron á su gran desarrollo.

En uno de los altares de su iglesia se veneraba la imágen de Nuestra Señora de la Esperanza hallada entre las ruinas del famoso y antiguo monasterio Armilatense. El arco de la portería de este convento estaba sostenido por dos columnas de jaspe blanco que segun tradicion fueron sacadas de las mismas ruinas. Y siguen otros de no poca importancia fundados en los siglos XVI y XVII.

Los tratadistas de las bellas artes participaban de las mismas ideas; pues si bien los del siglo XVI, unos como Francisco de Holanda, se postraban ante el genio de los italianos, y otros, como don Felipe de Guevara, preferían a todo los restos del arte pagano, en cambio los del siglo XVII sin dejar de entusiasmarse con Rafael y el Vinci, declaran categóricamente que el objeto principal de la pintura es la glorificación de la fe.

Jacobo pasó el tiempo de su ausencia ocupado en formarle una biblioteca en que los escritores del siglo XVII tenían una colocación especial, entre las obras de crítica moderna, y las numerosas colecciones de Memorias históricas. Esto fue el asunto de su correspondencia durante la permanencia de Juana en Dieppe.

Fueron la válvula de escape del genio nacional; pero esta primavera del arte fue efímera, y en mitad del siglo XVII sobrevino una decadencia grotesca y envilecedora. La pobreza en aquellos dos siglos fue horrible.