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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
De donde infería aquel ilustre heraldo del romanticismo, y con frase elocuente declaraba, que la verdad artística no era otra cosa que el conjunto ideal de las principales formas de la naturaleza, una especie de tinta luminosa que comprende sus más vivos colores, una manera de bálsamo, de elixir o de quintaesencia extraída de los jugos mejores de la realidad, una perfecta armonía de sus sonidos más melodiosos.
De ellas colgaban, prendidas con alfileres, toquillas de los colores vivos y elementales que agradan a los salvajes.
En Toledo faltan absolutamente en las clases inferiores esos atavíos pintorescos, de colores vivos y cortes caprichosos, que se ven en Valencia, en Sevilla y otras poblaciones ménos impregnadas de los usos castellanos.
Allí se ven durante todas las horas de las calurosas noches, alegres grupos y tertulias de ellos y ellas, y se escuchan cantos flamencos, notas de guitarras, repiqueteo de palillos, risas y vivos diálogos...
No fue esto lo peor, sino que, previa consulta del mismo director espiritual, D. Diego había hecho antes subrepticiamente muchas enajenaciones inter vivos, a que, muy a su pesar, le obligó el miedo al escándalo, que era su gran virtud, según se ha dicho.
Pero, decidme, señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder que no tienen comparación, ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo.
Al volver a su casa, tenía la Delfina vivos deseos de saber si Guillermina había hecho algo. Llamola por el balcón; pero la fundadora no estaba. Probablemente, según dijo la criada, no regresaría hasta la noche porque había tenido que ir por tercera vez a la estación de las Pulgas, a la obra y al asilo de la calle de Alburquerque. Aquel día ocurrió en casa de Santa Cruz un suceso feliz.
Vivos deseos sintió Quintanar por un momento de echar raíces y ramas, y llenarse de musgo como un roble secular de aquellos que veía coronando las cimas del monte Areo. «Vegetar era mucho mejor que vivir».
Y se golpeaban el pecho, mientras que al resplandor de las descargas, se veía al gitano, a caballo, y aquella figura extraña, cuyas proporciones la noche parecía doblar, se destacaba en negro con vivos reflejos de color de fuego sobre una lluvia de espuma deslumbrante de blancura.
Los encapuchados, con sus cirios crepitantes, escoltaban a la Virgen, temblando el reflejo de sus luces en este manto regio que poblaba el ambiente de vivos fulgores. Al compás del redoble de los tamboree, marchaba luego un rebaño de hembras, el cuerpo en la sombra y la cara enrojecida por la llama de las velas que llevaban en las manos.
Palabra del Dia
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