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Actualizado: 29 de junio de 2025


Otros lo harán con el método y serenidad convenientes cuando llegue la ocasión de ofrecer al ilustre hijo de Asturias la consagración solemne, oficial en cierto modo, de su extraordinario ingenio, consagración que cuanto más tardía será más justa y necesaria. Como un Armando Palacio, está la literatura oficial en apremiante deuda con Leopoldo Alas.

Allí es de ver como la reina de aquel sarao frota dulcemente la mano de un hombre, cual si quisiera persuadirle empleando por razon el calórico de la electricidad: allí es de ver la ingenuidad maravillosa, la admirable inocencia, con que exclama, dando á su acento la expresion tardía y entrecortada del patético: ¡Que je suis malheureuse! ¡Qué desgraciada soy!

Porque Sacramento no cayó al adulterio arrastrada por la pasión tardía y avasalladora que acaso puede perdonar cierta soberana grandeza de alma: fue el tipo complejo de la medio malvada, medio enferma, a quien no se mata por infame sospechando que pueda ser irresponsable. Al fin, vencido, y lo que es más triste, resignado, prescindió de ella.

Como comprenderás, no pude contener un grito de sorpresa, y , con toda tu diplomacia, vas a hacer lo mismo al leerlo. Lacante siguió diciendo con sonrisa, mitad confusa, mitad placentera: ¡Bah! querido, yo he sido joven, y lo he sido demasiado tiempo... Hay allí una flor tardía, que me pertenece, brotada en un tronco viejo y arruinado. ¿Es joven? Una chicuela.

He encontrado en los antiguos libros de cuentas, á que me he referido antes, noticias abundantes acerca de las representaciones dramáticas que hubo este año y los doce siguientes en la corte; pero como aluden á una época del teatro español, tardía ya y menos importante, me contento con extractar de ellas lo que sigue: El 7 de julio de 1685 se dió orden de preparar el salón pequeño del Buen Retiro para la representación del auto sacramental A Dios por razón de Estado.

Las jornadas se sucedian lentamente por las frecuentes paradas que hacian mis remeros, los que á pesar del ascendiente que yo habia llegado á tomar sobre ellos, saltaban muchas veces á tierra, sin querer obedecerme, para perseguir por entre los bosques, ya las bandadas de pavas del monte, ya los javalíes, ya una tropa de grandes marimonos, que agenos de conocer el daño parecian salir á nuestro encuentro brincando alegremente por sobre los árboles, hasta que una tardía y dolorosa esperiencia les enseñaba á desconfiar del hombre.

Palabra del Dia

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