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Actualizado: 2 de junio de 2025
En estas dos poblaciones y en todos los veintiun suburbios de la gran ciudad, erígense como por encanto mezquitas, mercados, baños y bazares, en que acumula el arte sus bellezas.
La estancia es un humildísimo taller, en cuyo primer término se ven esparcidas por el suelo piezas de armadura y groseras herramientas de trabajo. Para la fragua del dios Vulcano serviría de modelo, según las trazas, el obrador de un humilde herrero de los suburbios de Roma.
Quizá diera esto ocasión a que el señor Tomás tardara más tiempo del ordinario en salir del cementerio. Al regresar de frente hacia la ciudad, principiaron a brillar ante él las luces, y un viento impetuoso, que la neblina hacía sensible, ya le impelía hacia adelante, ya como puesto en acecho le atacaba enfadosamente desde las desiertas calles de los suburbios.
Calíbar lo seguía sin perder la pista; si le sucedía momentáneamente extraviarse, al hallarla de nuevo exclamaba: «¡Dónde te mi-as-dir!» Al fin llegó a una acequia de agua en los suburbios, cuya corriente había seguido aquél para burlar al rastreador... ¡Inútil! Calíbar iba por las orillas sin inquietud, sin vacilar.
El fuerte de Charenton quedó atras, y los últimos suburbios de Paris se perdían detras de las ligeras inflexiones del terreno, mientras que al oriente se desarrollaba la vasta campiña, despojada de encantos naturales pero rica en pormenores de civilización y cultivo. Al volver un recodo del ferrocarril se descubre un escenario en extremo pintoresco.
En efecto, las fortificaciones, sin ser de provecho positivo bajo el punto de vista militar para la defensa, de Paris, no solo han encerrado la ciudad, embarazando el ensanche de sus suburbios, sino que, en realidad, pueden servir apénas de instrumento para la opresión.
Dos meses después Calíbar regresó, vió el rastro ya borrado e imperceptible para otros ojos, y no se habló más del caso. Año y medio después Calíbar marchaba cabizbajo por una calle de los suburbios, entra en una casa y encuentra su montura, ennegrecida ya y casi inutilizada por el uso. ¡Había encontrado el rastro de su raptor después de dos años!
El automóvil había dejado atrás los suburbios de Río Janeiro. Subía por un camino tortuoso, entre bosques, hacia el poblado de Boa Vista, y a cada revuelta agrandábase el panorama y era más fresco el viento. A un lado de la pendiente extendía la montaña su rápido declive de rocas obscuras, de una rugosidad paquidérmica.
Repito, una vez más, que el encanto está en la música y en la suavidad de la expresión al cantarla. Es muy frecuente, por las noches, oír, en los sitios de los suburbios donde el pueblo se reúne, bambucos en coro, cantados con voces toscas, pero con un acento de tristeza que hace soñar.
Pero, ¿desde cuándo acá los impuestos municipales se emplean entre nosotros, nobles hijos de los españoles, en el objeto que determina su percepción? ¿Cuánto pagaba hasta hace poco un honrado vecino de los suburbios de Buenos Aires por impuesto de empedrado, luz y seguridad, para tener el derecho de llegar a su casa sin un peso en el bolsillo, tropezando en las tinieblas y con el barro a la rodilla?
Palabra del Dia
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