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No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro.

-Dios lo haga como puede -respondió Sancho Panza. Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba.

El cura no será bien que tenga pastora, por dar buen ejemplo; y si quisiere el bachiller tenerla, su alma en su palma. ¡Válame Dios -dijo don Quijote-, y qué vida nos hemos de dar, Sancho amigo! ¡Qué de churumbelas han de llegar a nuestros oídos, qué de gaitas zamoranas, qué tamborines, y qué de sonajas, y qué de rabeles! Pues, ¡qué si destas diferencias de músicas resuena la de los albogues!

Y aquí tornó a su llanto, como de primero; y túvole Sancho tanta compasión, que sacó un real de a cuatro del seno y se le dio de limosna.

Entraron a don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estudiantil, sin almidón y sin randas; los borceguíes eran datilados, y encerados los zapatos.

-Está bien -dijo Sancho-, y haced cuenta, hermano, que ya la habéis pintado de los pies a la cabeza. ¿Qué es lo que queréis ahora? Y venid al punto sin rodeos ni callejuelas, ni retazos ni añadiduras.

-Calla -dijo don Quijote-. Y ¿dónde has visto , o leído jamás, que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido? -Yo no nada de omecillos -respondió Sancho-, ni en mi vida le caté a ninguno; sólo que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean en el campo, y en esotro no me entremeto.

D. Sancho de Leyva insistió en que enviados esquifes y barcas á tierra, y trayendo una barcada de gente, salieran á la mar las galeras: si no se descubría al amanecer la armada turca, volverían por el resto de los soldados; en caso de avistarla, procederían á lo que se decidiera. Debían quedar en el puerto dos galeras destinadas al General Duque de Medinaceli y su casa.

- llama -dijo don Jerónimo-, pero no me acuerdo en qué manera, aunque que son malsonantes las razones, y además, mentirosas, según yo echo de ver en la fisonomía del buen Sancho que está presente.