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Los buenos cristianos empezaron á ejercitar tan puntualmente la lección que se les dió, que por no traspasarla aún levemente, se dejaban hacer pedazos de los bárbaros, por lo cual fué necesario explicarles lo que podían hacer si fuesen acometidos para que no sucediese en adelante lo que sucedió á unos indios de la Reducción de San Joseph, que yendo en busca de las Salinas dieron en una Ranchería de infieles; entraron en ella sin armas, desplegado sólo el estandarte con la imagen de Nuestra Señora, y con palabras suaves y corteses procuraron domesticar la fiereza de los moradores; pero éstos, mirándolos con malos ojos, dieron sobre ellos como tigres é hicieron en ellos tan cruel estrago, que sólo un indio con dos muchachos pudo escapar con vida.

Amante de las bellas letras desde su primera juventud, había Salinas cultivado la poesía con no escaso aprovechamiento, demostrando singular facilidad para las composiciones de circunstancias en las que á veces hizo gala de no común gracejo.

Era á la sazón arzobispo don Pedro de Castro y Quiñones, quien haciendo aprecio de los méritos del doctor Salinas y teniéndole personalmente en gran estima, le ofreció una canongía á la que éste renunció por causas que se ignoran.

Con la venida de éstos se tuvo noticia cierta de otros infieles como fueron los Quíes, confinantes con los Morotocos, pero de diferente lengua; los Curacates, situados hacia el Norte; los Zamucos, que aunque hablan la misma lengua de los Morotocos y usan de sus mismas armas, no obstante se distinguen de ellos en que se rapan la cabeza como los Tobas y Mocovíes, y en que las mujeres visten con más honestidad, cubriéndose desde la cintura hasta las rodillas; los Carerás y Zatienos ó Ibirayas, que viven junto á unas salinas, y otras naciones hacia el Mediodía, las cuales se extienden hacia las provincias amplísimas del Chaco.

Adivinábase la presencia, más allá de los tragaluces de los camarotes, de algo extraordinario. El aire era menos puro, sin emanaciones salinas, con bocanadas de agua en reposo que olían a marisco en descomposición, y junto con esto un lejano perfume de selva brava.

Larga fué la vida del doctor Juan de Salinas, que llegó hasta edad de ochenta y tres años, falleciendo el 5 de Enero de 1642, en el citado hospital de San Cosme y San Damián, donde continuaba ejerciendo el cargo de administrador. Salinas fué enterrado por el clero de Santa Catalina en el convento de monjas de los Reyes.

Y ésta es la causa, Antonio, por qué en el verano, cuando ha pasado el chubasco y el sol luce de nuevo, vemos sobre las hojas de algunas plantas, las cucurbitáceas, por ejemplo, unas pequeñas y brilladoras eflorescencias salinas...

No veía Salinas gran porvenir para él en el estado seglar y así se decidió por el eclesiástico, haciendo un viaje á Florencia, punto en que residía un su hermano, y á Roma, donde permaneció algún tiempo, y consiguió del Papa una canongía en Segovia, que sirvió ya de sacerdote, según apuntan sus biógrafos.

"Por aquel lado hay dos pequeñas salinas: vimos á una de ellas; á la otra no, por estar mas distante; y segun me informó el indio Matias, tienen sal solo en el verano.

Los marineros tendieron la red, y pescaron buen número de peces grandes, de buen gusto, semejantes al bacallao, aunque algunos dijeron era pejepalo. Sábado 12, quedándose indispuesto el Padre Quiroga en el navio, salieron los dos pilotos á marcar el sitio de las salinas, y se recogieron á bordo al anochecer, quedando en tierra dos soldados, que se apartaron demasiado.