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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Pero ¿cómo ni por qué contrarrestar los impulsos vitales con que la naturaleza nos advierte que por encima de nuestros mezquinos intereses están los suyos, que esas convenciones que llamamos sagradas son cosas para ella absolutamente despreciables?
Era el monarca el que costeaba la obra y habia que aceptarla tal como se le daba; pero siempre que el clero podia obrar con independencia, imponia como cánon para las construcciones sagradas la severa y magestuosa forma ojival, verdadero emblema de sus pasados triunfos.
El poco conocimiento que tengo de las letras sagradas no me permite ignorar unas palabras de San Agustín, que dice: «Más vale dar vírgenes a Jesucristo que Césares al mundo.» Es encantador que también San Agustín se meta en esto dijo la abuela. Y añadió volviéndose hacia mí. ¿De modo que las ideas de la Princesa son las tuyas? No por completo confesé. La Princesa es una santa y yo no.
Pero los centenares de comedias que lo han hecho célebre los escribió después de su vuelta a España, siendo ya sacerdote. Calderón no escribió menos de cuatrocientos dramas. A los trece años compuso su primera obra El Carro del Cielo. A los cincuenta se hizo sacerdote, como Lope, y ya no escribió más que piezas sagradas.
El P. VIEYRA ya conoció esto, y reprehendió eficazmente á los Predicadores que hacen decir á las sagradas Escrituras lo que ellos se imaginan, y tal vez fingen; y aun prueba con argumentos concluyentes, que en esto cada dia faltan á su verdadero instituto.
Ana, con sus caprichos de madre, había querido que le llevasen aquel domingo a Sol. «¡Es tan buena, Lucía! Tú no tienes que tenerle miedo: tú también eres hermosa. Mira: yo veo a las personas hermosas como si fueran sagradas.
A ver si estas señoras, y muchas otras de que están llenas las historias sagradas y profanas, no sabían dónde les apretaba el zapato, en cuanto se refiere al arte cuyas reglas fundamentales puso Ovidio en verso. Pero volvamos a Julio Guzmán el extraño, y pongamos término a las divagaciones. El suceso que presta asunto a la novela o academia, es harto frecuente en la vida real.
Era un antiguo oficial del ejército de su país; pero el deseo de vivir ostentosamente, sin otros recursos que el sueldo, le arrastró á cometer actos reprensibles: sustracción de fondos pertenecientes al regimiento, deudas sagradas sin pagar, falsificación de firmas.
Es tambien conseqüente á la pureza de la doctrina, y prueba de su Divino origen el culto, adoracion y respeto á Dios, que se prescribe en las Sagradas Letras.
Mas esta controversia nada hace á nuestro asunto, puesto que solo intentamos manifestar, que los Filósofos Gentiles anteriores á Jesu-Christo no se metieron en estas averiguaciones. En los primeros siglos de la Iglesia sí que hubo muchos impugnadores, y contradictores de la Divinidad de las Escrituras Sagradas.
Palabra del Dia
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