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Actualizado: 19 de junio de 2025
A todo esto, noté que no se desarrebozaba, y pregunté como nuevo para saber la causa de estar siempre envuelto en la capa, a lo cual respondió: -Hijo, tengo en las espaldas una gatera, acompañada de un remiendo de lanilla y de una mancha de aceite; que en mi hato, aunque caminéis a cualquiera parte, nunca saldréis de la Mancha, que parece que hago caravanas para lechuza u que retozo con algunos candiles.
Porque de otra manera no era señor de una blanca que el maldita ciego no cayese con ella, no dejando costura ni remiendo que no me buscaba muy a menudo. Pues, ansí como digo, metía cada noche la llave en la boca y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es la diligencia.
Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. 16 Y nadie echa remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.
Tratamos mal al compañero Poeta, y yo, diciéndole que mirase de la que nos habíamos escapado, y escarmentase, díxome que no era suyo nada de la Comedia, sino que de un paso de uno y otro de otro había hecho la capa de pobre de remiendo, y que el daño no había estado sino en lo mal zurcido.
Entre tanto que tienen consigo al Esposo, no pueden ayunar. 20 Mas vendrán días, cuando el Esposo les será quitado de ellos; y entonces, en aquellos días ayunarán. 21 Nadie echa remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el mismo remiendo nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor.
Se echó atrás la boa para ocultar el torpe remiendo y la perla, que resaltaba con una magnificencia incoherente. Volvieron á marchar, sin que Miguel intentase nuevas audacias. El último incidente le había hecho circunspecto. Insultábase en su interior, considerándose un bárbaro, incapaz de vivir entre verdaderas señoras. Al llegar á la última revuelta salieron de la penumbra azul del acantilado.
Las más pequeñas y los varoncitos iban a la escuela; las mayores trabajaban en el gabinete de la casa, ayudando a su madre en el repaso de la ropa, o en acomodar al cuerpo de los varones las prendas desechadas del padre. Alguna de ellas se daba maña para planchar; solían también lavar en el gran artesón de la cocina, y zurcir y echar un remiendo.
Desde entonces, los campos que hacía más de cien años trabajaban los ascendientes del pobre labrador habían quedado abandonados á orilla del camino. Su barraca, deshabitada, sin una mano misericordiosa que echase un remiendo á la techumbre ni un puñado de barro á las grietas de las paredes, se iba hundiendo lentamente.
Palabra del Dia
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