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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Pasó los primeros años de su niñez en casa de un tío suyo, sacerdote de ejemplarísimas costumbres, y en quien aprendió una gran madurez de juicio y gravedad en las acciones, de suerte que en la niñez nada tenía pueril ni mostraba ternura, sino en la piedad, ni gusto sino en los ejercicios de devoción, y en todo mostraba una virginal modestia, tan delicada, que se ofendía de ver ó de oir acción ó palabra menos recatada.

Sea efecto de la educación o de la naturaleza, lo cierto es que mientras al hombre, por lo general, le enoja saber que su mujer, su novia o su querida ha tenido otros amores, a la mujer le encanta y enamora más saber que su marido o su amante los tuvo. Y esto por recatada que ella sea y por celosa que se muestre.

La enojaba también la condición harto plebeya del objeto de los amores de su padre, los cuales, si no dignos de aplauso, la hubieran parecido dignos de disculpa a haber sido con alguna hidalga recatada y de su posición, como había dos o tres en el lugar, que, según pensaba doña Inés, hubieran abierto a don Paco, si él hubiera llamado a la puerta de ellas pidiendo entrada.

Llamó el encargado a Remigio y éste les manifestó que eran vecinos suyos y vivían en la calle de Lavapiés. El padre era viudo, de oficio sillero y no tenía más hija que ésta. La muchacha estaba aprendiendo a peinar. Buena gente. El sillero un infeliz. La chica muy trabajadora y muy recatada, pero con un genio de dos mil diablos.

Bajaré un instante, a ver si se le ofrece algo a Ana». Y Lucía reía, y daba por cosa cierta que, aunque Sol era niña recatada, ya le había dicho que Pedro Real le parecía muy bien, y se la veía que le llevaba en el alma: lo que a Juan no parecía un feliz suceso, aunque prudentemente lo callaba.

La completa vanidad, el vacío perfecto de todo cariño, de toda estimación y de toda confianza, desde el día de la boda hasta el día de la muerte, se había ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideración mutua, del frío respeto y de la más delicada galantería. Por lo demás, Elisa siempre había pasado por recatada y prudente.

Y avísote que no digas nada a nadie, ni a los que con nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado; que, pues Dulcinea es tan recatada que no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo, ni otro por , los descubra.

Consérvate digna, recatada, siempre señora inexpugnable; que al fin y al cabo tu marido, por la fuerza de sus vicios, reventará, y entonces podrás volverte a casar eligiendo con todo cuidado otro marido que te considere más y te atienda mejor que el primero. »Otras muchas cosas quisiera decirte; pero como creo haber manifestado las más importantes, no digo más, porque las fuerzas me faltan.

Palabra del Dia

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