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Actualizado: 29 de junio de 2025


Después le causaba pavor la visión figurada de los pies de Mauricia... En la oscuridad, que surcaban rayas luminosas, veía las botas elegantes y pequeñas de la difunta... Los pies se movían, el cuerpo se levantaba, daba algunos pasos, iba hacia ella y le decía: «Fortunata, querida amiga de mi alma, ¿no me conoces? ¡Re...! Si no me he muerto, chica, si estoy en el mundo, créetelo porque yo te lo digo.

Así es que cualquiera cordobesa, si no es manca y tiene mediano caletre, podrá jactarse en el día, como ha más de tres siglos se jactaba la Lozana, si es que la modestia lo permite, de que sobrepuja a Platina De voluptatibus y a Apicio Romano De re coquinaria.

No es la Tabla de Logaritmos, ni el Fuero Juzgo, ni las Ordenanzas de Aduanas. Juicio, mucho juicio, Sr. Miquis. El juicio está claro, señorita. Yo lo que me digo. Oye bien. Por mi padre, que es lo que más quiero, juro que me caso contigo. ¡Huy, qué prisa!... Está dicho. ¡Mira éste! Un Miquis no vuelve atrás; un re non mente; la palabra de un Miquis es sagrada. ¡Bah, bah!

La Terza diró prima, quella e, che il Re Cath.^co ha fatto far secreta offerta a la Rep.^ca di Venegia di Lx Galere per la sua diffessa sempre che il Turco inuadera li soy Statti, et il Imbassator che ha fatto la offerta, li ha detto queste parole al fine, che non trouaranno nisnu amico tale come lei. Questo, e certo.

Y, ahora que recuerdo: Manuel Chaves también ha pasado la frontera y nos lo han devuelto, con un acento de lo más tirano. En los periódicos taurinos del Mediodía, de la Provenza, figura Chavés como una autoridad in taurina, por aquellos folletos sobre Pepe Illó... y demás documentos del ramo, que ha sacado á luz. Es delicioso.

Cuando pensaba así, oyó el Magistral a su espalda, detrás del árbol en que se apoyaba, al otro lado del seto, una voz de niño que recitaba con canturia de escuela «Veritas in re est res ipsa, veritas in intellectu...» Era un seminarista de primer año de filosofía que repasaba la primera lección de la obra de texto, Balmes.

Cuando Jacobo puso de nuevo el pie en la galería, y salieron a su encuentro Currita y otros amigos, ansiosos de darle la enhorabuena, el orgullo satisfecho reflejaba en su semblante una especie de vértigo, y hubiera gritado como el Nabucodonosor de la ópera: ¡Io non , so Dio!...

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