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El espectador observa con asombro su propia sombra reproducida en el lago de vapor, algunas veces con gigantescas proporciones. Parécele ver un monstruo espectoral, al cual hace mover á su gusto, inclinándose, andando, moviendo los brazos.

De todas estas diligencias se encargaría Escobar, el Estudiantón, por ser con quien Belarmino mostraba mayor confianza y estima. Nadie pensó que Belarmino pudiese reconocer su propia voz, porque, efectivamente, en aquel aparato todavía rudimentario, bien que se distinguiese con claridad las palabras, todas las voces sonaban con el mismo timbre homogéneo y ronquecino.

Era una música que estaba de moda y que su autor no habría conocido, seguramente: de tal manera se la había asimilado y la había hecho propia el general, por la manera de interpretarla. Y digan ustedes, señoras exclamó después de esta especie de ritornelo, ¿nos vamos, por último, mañana a los Pirineos para pasar un mes en Barèges?

Ambas cosas le produjeron en breve, no hastío, pues el verdadero hastío es enfermedad moral propia de los muy refinados y sibaritas de entendimiento, sino irritación y sorda cólera, hija de la secreta convicción de su inferioridad.

El, entretanto, iba a su trabajo con la tranquilidad del hombre que todo lo espera de su propia iniciativa y no de una vuelta de dados, sólo con el cuidado del que lleva un pedazo de pan y trata de defenderlo de los canes famélicos que le siguen.

Este era hermano de Catalina Terongí, que murió también pertinaz, sin más porque aun aparente, que su propia rabia y furor, pues preguntando yo que en qué creía, o en qué se apartaba de la católica, o en qué consistía ser judía, dijo, que solo sabía que era judía y que lo quería ser.

¡Oh! ¡no diga usted que el enredo no estuviese ya arreglado de antemano, pues que lo estaba! decía a voces. Y juzgue añadió del corazón del infame, que abandona a su propia hija, de un modo tan inhumano. ¡Es una solemne desvergüenza! tartamudeó el coronel sin la menor idea de lo que estaba diciendo.

Ya han hollado mis pies muchas espinas, y aunque avanzo llorando en mi camino, sólo encuentro doquier sombras y ruinas, tristes, como las tintas vespertinas, y obscuras, cual la voz de mi destino. ¿Qué me resta sufrir?... En mi amargura, ¿Dónde tender la vista lacrimosa sin que encuentre mi propia desventura? ¡oh!... ¿Como descansar de esta tortura el alma que no vive ni reposa?

Cuando escribí a mi hermano encargándome de tu porvenir, no creí que fuese tan fácil poner a un hombre en camino de hacerse artífice de su propia fortuna; pero tu aplicación, e ingenio han llevado las cosas de modo que aquí, de hoy en adelante, no harás más que perder tiempo.

Si estas palabras, dentro y fuera, queremos explicarlas refiriéndonos á distintos puntos designados ó designables en el espacio, incurrimos en el mismo error, definimos la cosa por propia; porque la misma dificultad tenemos con respecto al espacio para saber lo que es dentro y fuera, y junto y separado, ó contiguo y distante.