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No merece tanto, porque el hombre cuyo valer futuro descubrió ella en su amorosa visión profética, vale mil y mil veces menos que el que por esfuerzo de su reveladora inteligencia y de su enérgica voluntad ha duplicado o triplicado la grandeza del mundo conocido, y ha magnificado el concepto de la creación en toda mente humana.

Agitado por inspiración profética, el Padre Ambrosio predecía ya como muy cercano, como muy próximo a realizarse este glorioso acontecimiento, el mayor y el más trascendente de la historia humana después de la tempestuosa proclamación de la Ley antigua en la cumbre del Sinaí, y después del tremendo drama del Calvario que redimió a los hombres, y que con sangre divina lavó sus pecados y confirmó la Ley nueva.

Dotados ya de esa vista profética, comprendemos en toda su extensión la sublime empresa de la redención humana por el Salvador; y así como vemos levantarse y perfeccionarse el templo de Salomón, así también se eleva en nuestro espíritu la Iglesia de Cristo, sobrecogiéndonos y arrebatándonos: el vate es aquí profeta, la poesía una revelación, y la magia brillante de que ésta se reviste, se trueca luego en humildad y rendimiento al servicio de Dios, para anunciar esos misterios elevados, que la palabra no puede expresar.

He sentido, al verte y al oírte, no atino a explicar qué extraño modo de profética revelación, qué profundo convencimiento, qué fe y qué segura esperanza en tus futuros y soberanos destinos. , yo no he amado sólo en tu persona al gallardo y floreciente mancebo en toda la frescura y lozanía de su edad primera.

Oh , que con profética mirada Trajiste á esta comarca desolada, El hermoso rebaño, cuyo seno De noble sangre y de riquezas lleno, Vertió á raudales la simiente rica Que nuestra innoble raza purifica! Haley te precedió con valentía, Pero víctima fué de su osadía.

Otras veces, bajo los arcos góticos de una iglesia arruinada que eleva sus torres solitarias en el valle, escucho; y, en el rumor del viento, que gime a través de sus muros, como voces de bronce, creo percibir la palabra profética de un Daniel o de un Jeremías.