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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Los artistas no dotados de genio, no carecen de fuerza de voluntad para producir las obras del genio; tampoco están destituidos de imaginacion para reproducir el objeto bello cuando se les ha presentado; no les faltan discernimiento y gusto para distinguir y admirar los objetos bellos, ni ignoran las reglas del arte, y cuanto se puede decir en explicacion del carácter de la belleza; lo que les falta es la espontaneidad instintivamente bella; esa espontaneidad que se desenvuelve misteriosamente en los mas recónditos senos del alma, que lejos de estar pendiente de la libre voluntad de su posesor, le dirige y le señorea, persiguiéndole en el sueño como en la vigilia, en la diversion como en las ocupaciones, y que consume frecuentemente la existencia del hombre privilegiado, cual un fuego violento rompe las paredes del frágil vaso en que se le encierra.
Con este motivo repetía que son muy pocos los que merecen ser considerados como excepción, que el papel de privilegiado es muy ridículo, el menos excusable y el más vano cuando no está justificado por dones superiores: que el deseo audaz de distinguirse entre el común de las gentes no es, por lo general, más que una falsía cometida en contra de la sociedad y una imperdonable injuria a todas las personas modestas que no son nada: que atribuirse lustre al cual no se tiene derecho es usurpar títulos de otro y correr el riesgo de hacerse tomar, más tarde o más temprano, en flagrante delito de pillaje en el tesoro público de la fama.
Diderot y Winkelmann son los dos autores que más influjo ejercen en las teorías de Goethe sobre el arte, y que más relación tienen con ellas. Goethe debe más, no obstante, a su propio sentir y pensar, iluminados, desde su viaje a Italia, por la inteligente y fervorosa contemplación de los tesoros artísticos que en aquel hermoso y privilegiado país se conservan.
Además, quería que su interés por doña Ana ocupase en su alma el lugar privilegiado de aquellos otros anhelos de volar más alto, de ser obispo, jefe de la iglesia española, vicario de Cristo tal vez.
Los años no conseguían ni calmar su pasión por las altas empresas ni mermar sus extraordinarias facultades. O por mejor decir lo que perdía en vigor ganábalo en arte, con lo que se restablecía el equilibrio en aquel privilegiado temperamento. Mas la fortuna, según ha tenido a bien comunicar a varios filósofos, se niega a ayudar a los viejos.
Palabra del Dia
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