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Actualizado: 12 de octubre de 2025
Esto era otra cosa; un sentimiento austero, algo frío, poético, eso sí, por el misterio que le acompañaba; pero más tenía de solemnidad que de nada. Era algo como una investidura, como hacerse obispo; en fin, no era una alegría ni una pasión. Y daba vueltas Bonis en su lecho, impaciente, como en un potro, conteniéndose tan sólo por cumplir el racional precepto de D. Venancio.
Antes que se hubiera alejado muchos pasos una piedra hirió á su potro y lo hizo botar, otra le hirió á él en la espalda y á entrambos lados cayó una nube de ellas. El capellán, encomendándose de todo corazón al Santo Cristo de Tanes, hincó las espuelas al caballo y logró ponerse en poco tiempo fuera de tiro. Los mineros, riendo de su hazaña, siguieron hasta Entralgo.
Adela, locuaz y voluble, ya andaba en la canastilla, ya revolvía en la falda de Ana los adornos del gorro, ya cogía como útil el que acababa de desechar con un mohín de impaciencia, ya sacudía y erguía un momento la ligera cabeza, fina y rebelde, como la de un potro indómito. Sobre las losas de mármol blanco se destacaban, como gotas de sangre, las hojas de rosa.
Hubo grandes diferencias entre mis padres sobre a quién había de imitar en el oficio; mas yo, que siempre tuve pensamientos de caballero desde chiquito, nunca me apliqué ni a uno ni a otro. Decíame mi padre: "Hijo, esto de ser ladrón no es arte mecánica, sino liberal. Quien no hurta en el mundo, no vive. Muchas veces me hubieran llevado en el asno si hubiera cantado en el potro.
A tales afirmaciones contestó el potro inglés, por boca de su amo, diciendo, que no eran más que «huecas declamaciones», y que cuando el paseo estuviese abierto y terminado, ya se vería. Y en efecto, después se vio que el potro tenía razón. El paseo de coches, no sólo no ha quitado belleza al Retiro, pero le ha añadido cierto esplendor fastuoso que antes no tenía; a cada cual lo suyo.
Pues nada menos que igual en todo a los contrabandistas que, procedentes del campo de Gibraltar, se veían en el barrio de la Viña con harta frecuencia; me lo figuraba caballero en un potro jerezano, con su manta, polainas, sombrero de fieltro y el correspondiente trabuco.
La Condesa se hubiera quedado sola con su servidumbre, si el cielo no hubiera dispuesto que el más alegre y entendido de sus hijos, cuando apenas tenía doce años, hiciese la travesura de montar en un potro cerril, que se despeñó y rodó con él por un barranco, dejándole lisiado para siempre, y tan cojo, que difícilmente podía salir de casa, a no tomar muletas, en vez de tomar las armas.
Palabra del Dia
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