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Actualizado: 28 de junio de 2025
¿Veis á ese cuyos ojos centellean, que se agita en su asiento, da recias palmadas sobre la mesa, y al fin se deja caer el libro de la mano, exclamando: bien, muy bien, magnifico?.... ¿Notais aquel otro que tiene delante de sí un libro cerrado, y que con los brazos cruzados sobre el pecho, los ojos fijos, y la frente contraida y torva, manifiesta que está sumido en meditacion profunda, y que al fin vuelve de repente en sí, y se levanta diciendo: «evidente, exacto, no puede ser de otra manera....?» Pues el uno es Boileau, que lee un trozo escogido de la carta á los Pisones, ó de las Sátiras, y que á pesar de saberlo de memoria, lo encuentra todavía nuevo, sorprendente, y no puede contener los impulsos de su entusiasmo: el otro es Descártes que medita sobre los colores y resuelve que no son mas que una sensacion.
Finalmente para hallar locucion breve y clara, método, enseñanza, y buen juicio, es necesario leer á HIPPÓCRATES, ARETEO, CELSO, y á sus seguidores MARCIANO, DURETO, LOMIO, y los dos PISONES, y algunos otros de quien hemos hecho crítica en otra parte. No sé si entre los Teólogos y Letrados reyna este defecto como entre los Médicos.
A mí me dan no poco en que pensar, suscitando en mi espíritu ciertas contradicciones filosóficas o antinomias estético-morales, que no acierto a resolver y que voy a exponer aquí sin rodeos y con franqueza. Con grande entusiasmo pondera Horacio, en su Epístola a los Pisones, la virtud docente de la poesía.
Palabra del Dia
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