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Tambien me persuado que alguno ha sabido persuadir á V. E. esta idea, pues que V. E. me ordena que demarque los rios Igatimí é Ipané: pero yo no tengo la culpa de que, por falta de buenas noticias, se haya solicitado lo que nos perjudica infinito, y á mi ver, es contra las reales órdenes y instrucciones que tengo, pues todo se ha hecho sin mi noticia: siendo así, que se debe suponer que yo soy el mas instruido en este punto.

Sin esto, no sabria nada ó casi nada: ¿cómo ha de conformarse en creer que la vida no ha dejado en sus canas ninguna ciencia, cuando esas canas representan la ciencia de la vida? Sus cabellos blancos y sedosos son oráculos para él. ¿Quién va á persuadir á un oráculo contra sus profecías? Así como la intolerancia viene del juicio, de la inteligencia, la censura viene del sentimiento.

¡Tanto mejor! contestó Ferpierre ¡y puede usted estar cierto de que también yo las buscaré, de que las busco!... Y antes de dejarse persuadir por la fuerza de aquella fe, despidió a Vérod y dio orden de que hicieran entrar a la joven desconocida. ¿Su nombre? le preguntó. Alejandra Paskovina Natzichet. ¿Nacida en?... Cracovia. ¿Cuántos años? Veintidós. ¿Qué profesión? Estudiante de medicina.

Su juego es a modo de una lección experimental para los amigos y para los espectadores. Yo me creo en el caso de contenerle. No juegue usted más le digo . La demostración ya está hecha. La práctica ha confirmado suficientemente la teoría. No vale la pena que pierda usted cien pesetas más para persuadir a un convencido como yo. Pero D. Salustiano insiste.

Y, porque claro lo veas, dime, Anselmo: ¿ no me has dicho que tengo de solicitar a una retirada, persuadir a una honesta, ofrecer a una desinteresada, servir a una prudente? que me lo has dicho. Pues si sabes que tienes mujer retirada, honesta, desinteresada y prudente, ¿qué buscas?

La cena, que comenzara temprano en la Casa Roja, había terminado, y la fiesta había llegado en ese momento en que la misma timidez se convierte en alegría natural, el momento en que los señores que tienen conciencia de sus extraordinarios talentos acaban por dejarse persuadir de que deben bailar un «hornpipe».

Por fin he podido persuadir de la verdad a Luis. Le había dicho, en el viaje, que en este libro tenía escritos mis recuerdos del día en que salí del colegio, y le había prometido dárselo para que los leyera. Su deseo era saber hablaba de él, qué decía de su persona, qué opinión me había inspirado.