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Actualizado: 20 de julio de 2025


El vértigo es angustioso; el atolondramiento de la cabeza produce sensaciones penosas, especialmente en el occipucio; la concepcion es lenta, difícil, y el moral está en apatía; el aspecto es enfermizo, y la piel sucia y como arrugada.

El criado inundó su pelo de brillantina y esencias, peinándolo en bucles sobre la frente y las sienes; después emprendió el arreglo del signo profesional: la sagrada coleta. Peinó con cierto respeto el largo mechón que coronaba el occipucio del maestro, lo trenzó, e interrumpiendo la operación, lo fijó con dos horquillas en lo alto de la cabeza, dejando su arreglo definitivo para más adelante.

El recluta siente en el occipucio los ojos de las alcarreñas que le excitan a mostrarse cada vez más agudo y espiritual, y éstas advierten con inocente alegría que aquel derroche de gracia y de ingenio no es otra cosa que un fervoroso homenaje de adoración que el gentil recluta les dedica.

Para que no se extinguiese del todo la memoria de su pasado, peinábase el recio pelo en brillantes tufos sobre las orejas y conservaba luengo en el occipucio el sagrado mechón, la coleta de los tiempos juveniles, signo profesional que le distinguía de los otros mortales. Cuando Gallardo se enfadaba con él, su cólera ruidosa de impulsivo amenazaba siempre a este adorno capilar.

La sensibilidad del cuero cabelludo; el latido en el vértice de la cabeza, las dislaceraciones lancinantes en el occipucio y sienes, los sudores por debilidad, sobre todo en las partes superiores y en el pecho; la rubicundez é inyeccion momentáneas de la cara, el lagrimeo y los bostezos son mas que suficientes para establecer una relacion terapéutica entre los efectos del agárico y los síntomas producidos por los accesos venéreos y el funesto vicio del onanismo, vicio que desarrolla en los órganos de la generacion los mismos efectos que el agárico.

No, no has sido infiel... Encuentro aún mi perfume... ¡Oh Ulises! ¡héroe mío!... Le besó con aquel beso absorbente que parecía apropiarse toda la vida de él, obscureciendo su pensamiento, anulando su voluntad, haciéndole temblar del occipucio á los talones. Todo quedó olvidado: ofensas, despechos, propósitos de partida... Y cayó, como siempre, vencido bajo la caricia vampiresca.

Sobre aquel cuero perdurable se habían sentado los gregüescos acairelados de un gentil hombre de la casa del Emperador; recibió tal vez las gentiles posaderas de algún padre provincial, amigo de la casa; quizás sostuvo los flacos muslos de algún familiar del Santo Oficio en los buenos tiempos de Carlos II, y, por último había sido honroso pedestal de aquellas humanidades que llevan un rabo en el occipucio y aparecían constantemente aforradas en la chupa y ensartadas en el espadín.

Palabra del Dia

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