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Hacía ya dos años que guardaba el cuaderno, y nunca se atrevía a entregárselo al doctor. A menudo, en su timidez y su desesperación, llamaba a la muerte. Cuando se muriese, el doctor leería de seguro lo que ella había escrito. El doctor no sospechaba nada. Todas las noches, a las diez, se iba al restorán Babilonia y no volvía hasta el amanecer.

Toda la diferencia estaba en él, con respecto a las demás noches, en ganar o perder, vestido de moharracho.

Como quiera que la iglesia del convento estaba completamente desmantelada, los soldados que ocupaban el resto del edificio habían creído que las puertas le eran ya poco menos que inútiles, y un tablero hoy, otro mañana, habían ido arrancándolas pedazo á pedazo para hacer hogueras con que calentarse por las noches.

Grandes, anchos, con largas cejas que no dejaban nunca aparecer un punto brillante, velados de un azul sombrío que les prestaba el indefinible color de las noches del estío, aquellos ojos enigmáticos se delataban sin luz y todos los resplandores de la vida se concentraban en ellos para no brillar más.

Miguelina se levantó y se apartó a un lado para dejarle libre el paso al tiempo que murmuraba en voz muy baja: Buenas noches, señor Delaberge... ¡Si en verdad siente usted alguna afección por él... y por ... márchese, olvídenos!...

Recomendó mi hombre las lentejas, menestras de acelgas y guisantes, aunque fueran de caldo negro, las sopas de ajo, y abstinencia de carne por las noches.

Desde el día siguiente por la noche, apliqué al ornamento interior y exterior de su querida catedral todos los recursos de mi lápiz. Esta atención á que tan sensible se ha mostrado, ha tomado poco á poco la regularidad de una costumbre. Casi todas las noches, después del whist, me pongo al trabajo, y el ideal monumento se enriquece con una estatua, un púlpito ó una claraboya.

¡Ya, ya!... Ha sido una temeridad... Desengáñese usted, D. Lesmes, hay que andarse con mucho tiento en eso de ponerse á los balcones, aunque sea en estas noches calurosas. El capellán enrojeció de nuevo.

Pasaba las noches en la catedral con la misma tranquilidad que si estuviera en el claustro, alto, habituado a aquel silencio de cementerio.

Y en su respeto había algo de envidia: la envidia que surge de una conciencia insegura. Cuando don Marcelo pasaba malas noches, sufriendo pesadillas, un motivo de terror, siempre el mismo, atormentaba su imaginación. Rara vez soñaba en peligros mortales para él ó los suyos.