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Porque es imposible le contesto . ¿Cómo quiere usted que yo haga un artículo contra las casas en un sitio donde no las hay? Pero, bien mirado, si en Madrid hubiera casas, no se necesitaría escribir contra ellas. Todos los defectos de las casas de Madrid se condensan en uno solo: el de la escasez. Como no puede mudarse, el inquilino tiene que transigir constantemente.

Todo el anterior preámbulo y más aún necesitaría y emplearía yo, si no fuese monstruosidad convertir en preámbulo todo este artículo, que por fuerza ha de ser muy breve, para preparar á mis lectores y para impedir que se asusten, cuando, permítaseme lo vulgar de la frase, llegue el trueno gordo; la revelación del título y del asunto de la obra póstuma de Juan Montalvo: la aclaración de las palabras que me sirven de epígrafe.

Imposible; necesitaría, más que la pluma, el estómago de Zola, y al lado de mi narración, la última página de Nana tendría perfumes de azahar. Luego, una silla, y por fin, un catre. Pero un catre pelado, sin colchón, sin sábanas, sin cobertores y con una almohada que, en un apuro, podría servir para cerrar una carta en vez de oblea. El piso está alfombrado...¡de arena!

Rentaba treinta duros; pero lo han subido a treinta y ocho. ¡Qué quiere usted! Es un piso muy bueno y tiene un ascensor magnífico... Decididamente, no nos queda más esperanza que la de una epidemia que acabe con la mitad de los vecinos de Madrid. Claro que si esta epidemia atacase tan sólo a los caseros, no se necesitaría que muriese tanta gente. PATRIOTISMO DE G

¡Yo necesitaría toda la del mundo para mover una pierna!... ¡ay!... Después les va a pesar... ¡vamos!... ¡un poco de energía y arriba!... Vean que esos dolores perduran mucho si se les anda con paños tibios... ¡Vamos, pues, arriba!... Montamos a a caballo... ¡Ay!... ¡Ay!... ...y nos vamos de un galope... ¡Ay!... ¡Ay!... ...hasta lo de Anastasio. Todo fue inútil.

Anteayer me pasó una esquelita diciéndome que usted quizá me necesitaría para tratar de un asunto de intereses conmigo, y que procurara servirla lo mejor que pudiera y como si se tratara de él mismo. ¡Figúrese usted, señora marquesa, si aunque no sea más que por este solo motivo y sin contar lo que usted por propia se merece, estaré yo dispuesto a servirla en cuanto esté al alcance de mis posibles!

Entonces cayó en la cuenta de que necesitaría gastar algún dinero, y segura de tener bastante, registró los huequecillos rojos del portamonedas, contó, revisó, pasó las piezas de una parte a otra; pero por más vueltas que daba y trasiegos que hacía, resultaba siempre que apenas tenía dos docenas de pesetas. ¿En dónde estaba lo demás? ¿La habían robado?