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Actualizado: 18 de julio de 2025


Deplorable es que el desventurado D. MARIANO JOS

El Canónigo la había mandado fondos; mas eran tan escasos que, cubiertas algunas atenciones perentorias, volvieron las escaseces y apuros. Mariano continuaba en la cárcel, y la causa seguía adelante. El interés que el público y la prensa habían mostrado por aquel grave suceso, quitaba toda esperanza de arreglarlo satisfactoriamente.

Don Mariano, su esposo, participaba de la misma convicción, aunque en otra época, tanto el poeta lírico como el comerciante le habían causado grandes desasosiegos y turbado no pocas veces la paz de sus relaciones amorosas. Pero era hombre justificado y amigo de dar a cada uno lo suyo.

Por estas y otras cosas de que don Mariano tuvo noticia, puso en la calle a la amiguita y le prohibió pisar en adelante el portal de su casa, lo cual hizo enfermar a su hija de dolor. Cuando un corazón es de tal suerte inflamable, su aspiración constante es la de abrasarse y consumirse en algún amor extraordinario, y cuando no lo tiene lo busca como el sediento la fuente de agua cristalina.

Y algunos días después de esto, Mariano estaba en la encrucijada que llaman las Cuatro Calles, mirando indeciso las vías que allí concurren, sin saber cuál escoger para entrar por ella. Oigámosle: «¿Iré a casa de mi tía? No, que llama a los de Orden público y me cogen. ¿Iré a ver a mi hermana? No, que estará allí Gaitica. ¿A dónde iré?... Dejémonos ir.

D. Ramon Vietes, idem; el Sr. D. Valeriano Barrera, de este vecindario; el Sr. D. Juan Francisco Marcheses, idem; el Sr. D. Antonio Ramirez, idem; el Sr. D. Henrique Ballesteros, idem; el Sr. Dr. D. Matias Patron, Abogado; el Sr. D. Antonio Luis Beruti; el Sr. D. Agustin Donado; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Manuel Pinto; el Sr. D. Mariano Conde, de este vecindario; el Sr.

Mariano, loco, bruto y salvaje gritó ella, despertando otra vez en su letargo de pena y despecho . Si te oigo hablar así otra vez... No dije nada, nada... Dame turrón».

A la parte del naciente salíome una indiada de mas de 300 de toda chusma, de nacion Mataguaya, un ladino llamábase Mariano.

Por último, cuando había ya motivo sobrado para desesperar por completo de la publicación de este libro, la tomó á su cargo el Sr. D. Mariano Catalina, que tantos servicios ha hecho á la literatura española con su notabilísima Colección de escritores castellanos.

¡Jesús!... ¿Qué ha sido eso? ¿Quién se ha caído al agua? ¡Hija mía de mi alma! ¡Marta!... ¡Marta!... ¡Dejadme..., dejadme salvar a mi hija! Ya está salvada, don Mariano; no hay necesidad de que usted se arroje al agua.

Palabra del Dia

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