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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Canelo, a todo esto, cuando no se lamía los arañazos, poco profundos, que le rayaban la piel en muchas partes, jadeaba y gruñía, con el hocico descansando sobre sus brazos juntos y tendidos hacia adelante, pero con los ojos clavados en los oseznos que rebullían entre las asperezas del suelo y charcos de sangre, como gusanos muy gordos. No contaban, por las trazas, más de una semana de nacidos.
En la apacible playa, el viento, tibio y dulce, me azotaba el rostro, y con no menos dulzura á pesar de lo sospechoso de sus caricias, el mar lamía mis pies. Ni el uno ni el otro me engañaban, estando bien persuadido de la escena que preparaban. Como preludio y después de veladas agradables, estallaban á mitad de la noche espantosos ventarrones.
Aquel pobre perro que se quemaba vivo, que se mordia á sí propio, que tenia la rabia del frenesí, al notar que su amo le amenazaba con el palo, pegaba el vientre al suelo y lamia el extremo del baston.
Se despidieron con el laconismo del día anterior; pero aquella noche la muchacha se revolvió en la cama, inquieta, nerviosa, soñando mil disparates, viéndose en un camino negro, muy negro, acompañada por un perro enorme que le lamía las manos y tenía la misma cara que Tonet.
De cuando en cuando el perro contenía su agitada respiración y lamía suavemente las manos de Juanito moviendo con pausa la cola, como si quisiera decirle: No tengas miedo, hermoso niño, yo pertenezco a una raza que tiene la gratitud en el corazón: en mi familia no se han conocido nunca ni los traidores ni los desagradecidos.
Hace tiempo..., desde que tuve la dicha de conocerla a usted...». Isidora, con su penetración admirable, comprendió todo. Tuvo una visión. Rasgose un velo y vio al monstruo herido que se postraba ante ella y le lamía las manos. Tuvo horror, asco. Toda la nobleza de su ser se sublevo alborotada, llena de soberbia y despotismo.
Palabra del Dia
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