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La gente se apiñaba en torno suyo, le sitiaba su casa, pero él se obstinaba en guardar silencio. Con una aspereza, de que él sólo era capaz, mostraba la puerta a los preguntones importunos. El mismo día había echado al fuego la carta de Olga, pues temía que la justicia viniera a pedírsela. Por otra parte, la causa de la muerte era tan evidente, que se había podido renunciar a hacer la autopsia.

El mismo señor de Maurescamp, que era siempre sobrio en la bebida pero aquel día había vaciado su copa algo más de lo conveniente, parecía libre de las nubes que desde algún tiempo atrás ofuscaban su mente. Tal vez festejaba secretamente la partida de sus huéspedes importunos.

La honesta y casta mujer es arminio, y es más que nieve blanca y limpia la virtud de la honestidad; y el que quisiere que no la pierda, antes la guarde y conserve, ha de usar de otro estilo diferente que con el arminio se tiene, porque no le han de poner delante el cieno de los regalos y servicios de los importunos amantes, porque quizá, y aun sin quizá, no tiene tanta virtud y fuerza natural que pueda por mesma atropellar y pasar por aquellos embarazos, y es necesario quitárselos y ponerle delante la limpieza de la virtud y la belleza que encierra en la buena fama.

El piloto era enemigo de estos amarres, que dejaban libre el paso á los curiosos y los importunos. Cuando se había dado cuenta de la visita, la señora estaba ya en la cubierta, cerca de las cámaras. Recordaba bien el camino del salón: quería seguir adelante; pero él había hecho que Caragòl la detuviese mientras venía á avisar al capitán. ¡Cristo! murmuró éste . ¡Cristo!...

Enrique estaba visiblemente conmovido. Casi no acertaba a expresarse, y creo que le hice un gran servicio hablándole del camino y del tiempo, que eran pésimos. La displicencia de la conversación le fue serenando poco a poco, y acabó por respirar más a su gusto. Hay momentos en que los extraños y los importunos no son del todo inútiles.

Y sin más, arremetió contra la legión de importunos que antes capitaneara, arrojándolos de la habitación como a perros, a golpes de lanza... Cuando salieron todos, cerró la puerta detrás de ellos, quedando solo con el moribundo y Sancho...