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Imaginemos el mundo como un inmenso vaso en que están contenidos todos los cuerpos: vaciémosle de repente; aquí una cavidad con espacio igual al universo. Figurémonos, que mas allá de los límites del mundo, hay capacidad para otros cuerpos, aquí el espacio sin fin ó imaginario. El espacio se nos presenta á primera vista, si como infinito, al menos como indefinido.

Pero si no hay nada absolutamente, la serie no A, A, es inconcebible, pues la relacion del A, en cuanto comienza carece de término de comparacion, real ó pensado, á no ser que finjamos un tiempo puro, enteramente vacío, donde imaginemos colocados los términos de la serie.

Imaginemos, por un instante, que Fausto ve a Margarita y se siente enamorado de ella antes de remozarse; que por amor de Margarita, a par que por ambición y deseo de goces hace el pacto; que lo que luego sucede, sucede del mismo modo; y que después de la muerte cruel de Margarita, Fausto la llora, se arrepiente, hace penitencia, burla a Mefistófeles y se va al cielo.

Para llegar á ella en algun modo, es preciso que imaginemos un espacio sin ningun límite; y que entonces considerando en general todas las líneas que en él se pueden tirar rectas ó curvas, en todas direcciones, y bajo todas las condiciones posibles, tomemos la suma de todos estos valores lineales: el resultado será un valor lineal absolutamente infinito, porque le habremos aplicado la negacion de límite sin ninguna restriccion.

Imaginemos, por un instante, y Dios nos lo perdone, que la de Cristo es como la explica Hegel. Será así muy filosófica, muy profunda, muy interesante; pero, no bien se acepte la explicación de Hegel, tendremos un ingenioso y dialéctico trabajo, y lo que es religión no tendremos.

Es evidente que sea cual fuere el número determinado que imaginemos, siempre podemos concebir otro mayor; aun cuando al número le podemos señalar un límite, este podemos retirarle indefinidamente, de suerte que el límite de uno no sea el límite de otro.

Pero como es sabido que si el orador no se pone en completa é íntima relación con su auditorio, los pensamientos carecerán de vida y color, y la frase quedará desmayada y fría, es de perdonarse que nos imaginemos que un amigo, sin necesidad de que sea muy íntimo, aunque benévolo y atento, está prestando oídos á nuestra plática; y entonces, desapareciendo nuestra reserva natural, merced á esta especie de intuición, podremos charlar de las cosas que nos rodean, y aun de nosotros mismos, pero siempre dejando que el recóndito Yo no se haga demasiado visible.

Imaginemos que los dos círculos son de color encarnado y terminados por una línea azul; tomemos el círculo menor y pongámosle dentro del mayor confundiendo sus centros; pregunto: ¿el ojo que mire la figura, no verá el círculo menor dentro del mayor? ¿no verá la línea azul que termina el círculo de una pulgada de diámetro, contenida dentro de la otra línea azul que termina el círculo de una vara? es evidente que .

De que no concibamos ó imaginemos cuerpo sin extension, solo se sigue que la extension es una propiedad del cuerpo, sin la cual nosotros no le concebimos, mas que sea su esencia. Para estar seguros de esto, seria necesario que así como tenemos la idea de la extension, la tuviésemos tambien del cuerpo, para ver si entre ellas hay identidad.