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Actualizado: 2 de septiembre de 2025
25 Mas a todos los montes que se cavaban con azada, no llegará allá el temor de los espinos y de los cardos; mas serán para pasto de bueyes, y para ser hollados de los ganados. 1 Y me dijo el SE
La república habia dejado de existir en la apariencia; pero aun se albergaban en las montañas pequeñas y diseminadas algunas partidas, como vivo testimonio de que el fuego de la revolucion existia en el corazon de los bosques, preparado á producir nuevos incendios, lo mismo que en los corazones de los Sud-americanos, dispuestos ya favorablemente al recobro de sus siempre hollados derechos, por mas que en aquellos momentos se viesen ahogados por la fuerza brutal.
Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados; aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos; aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada; aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha; aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.
El padre de don Silvestre, ya por no tener más que un hijo, ya porque viera en él, aguzándole un poco, un instrumento más para el triunfo de sus hollados derechos, determinó mandar á su retoño á la villa inmediata para que estudiara latín con un dómine de torva catadura y de tantas narices como fama, y no era chato.
Noticia individual de los Caciques, ó Capitanes Peguenches y Pampas que residen al Sud, circunvecinos á las fronteras de la Punta del Sauce, Tercero y Saladillo, jurisdiccion de la ciudad de Córdoba: como asimismo á la del Pergamino, Rayos y Pontezuela de la capital de Buenos Aires y Santa Fé: el número que gobierna cada uno, y de los lugares y aguadas que ocupan, y distancias, los cuales se hallan situados sobre los caminos hollados; el de las Víboras descubierto por el Coronel D. José Benito de Acosta, y el Maestre de Campo D. Ventura Montoya en la expedicion que se hizo el año de 76, y el nuevamente descubierto, llamado el de las Tunas, por los Maestres de Campo Diego de las Casas y D. Ventura Echeverria, en la presente expedicion, y año de 79.
Palabra del Dia
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