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Tardó aún cosa de dos minutos en recobrar la expedición de la lengua y en poder escupir al ventarrón, cada vez más desencadenado y furioso, una retahíla de injurias contra los infames calumniadores del partido de Trampeta. El granuja de don Eugenio le dejó desahogar, y luego añadió: Aún hay más, más.

Dio la vuelta con presteza y se puso a marchar agitadamente por los caminos más solitarios del parque, presa de una violenta cólera. ¡Miserable...! ¡traidor...! ¡granuja...! ¡Después de lo que yo he hecho por él! Iba murmurando por intervalos estas y otras frases por el estilo. Recordaba los favores que había hecho a García sin pensar, por supuesto, en los que éste le había hecho a él.

Tan segura como si le estuviera viendo, y le sintiera correr por los pasillos... ¡Es más salado, más pillín...!, bonito como un ángel, y tan granuja como su papá. ¡Ave María Purísima, qué precocidad! Todavía no ha nacido y ya sabes que es varón, y que es tan granuja como yo. La Delfina no podía tener la risa.

El señor, contra las presunciones del granuja, pasó de largo, echándole á la cara una bocanada de humo de su grueso cigarro. Cafetera lo tragó con ansiedad, y retirando de los labios su colilla, se fué detrás del puro. ¿Me da la punta usté? Chocó al interrogado la desvergüenza del raquero. Miróle muy detenidamente, y ¿Quién eres , chicuelo? le preguntó. Yo soy ... Cafetera. ¿De dónde eres?

Su cara era fina y sonrosada, el corte de la cabeza perfecto, los ojos luceros, la boca de ángel chapado a lo granuja, las mejillas dos rosas con rocío de fango; y su frente clara, despejada y alegre, rodeada de graciosos rizos, convidaba a depositar besos mil en ella.