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Actualizado: 4 de julio de 2025


A lo cual respondió el de la vara: -No se ha de comer, señor gobernador, sino como es uso y costumbre en las otras ínsulas donde hay gobernadores.

Después vino al castillo á reñir con el Gobernador Olivera y el Castellano, exhortándoles lo mismo. Si los Oficiales tuvieran el ánimo y determinación deste clérigo, no viniéramos á lo que hemos venido. El Capitán Pedro y el Secretario Alarcón fueron en una barca á las galeras, donde llevaron agua y bizcocho y los remos y velas de una fragata.

El mancebo agradeció al gobernador la merced que quería hacerles de volverlos a su casa, y así, se encaminaron hacia ella, que no estaba muy lejos de allí.

-Dime, demonio -dijo Sancho-, ¿tienes algún ángel que te saque y que te quite los grillos que te pienso mandar echar? -Ahora, señor gobernador -respondió el mozo con muy buen donaire-, estemos a razón y vengamos al punto.

Nuestro Señor, &c. Al Gobernador, sobre límites. Muy Señor mio: Asumpcion, Junio 14 de 1794.

Luego, acabado este pleito, entró en el juzgado una mujer asida fuertemente de un hombre vestido de ganadero rico, la cual venía dando grandes voces, diciendo: ¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo!

En 1591 don Fernando Arias de Saavedra fué nombrado gobernador. Por invitación de este mandatario fué que los misioneros jesuítas se dirigieron al Paraguay en 1608. Una vez en el país, trataron bondadosamente a los indios, fundaron escuelas y misiones y prontamente se vieron rodeados de millares de naturales, formando así un estado casi independiente, que prosperó durante muchos años.

Rodil estaba resuelto a prolongar la resistencia; pero su coraje desmayó cuando, en los primeros días de enero de 1826, se vió abandonado por su íntimo amigo el comandante Ponce de León, que se pasó a las filas patriotas, y por el comandante Riera, gobernador del castillo de San Rafael, quien entregó esta fortaleza a los republicanos.

El Gobernador Bellingham, vestido en traje de casa, que consistía en una bata no muy ajustada, y gorra, abría la comitiva y parecía ir mostrando su propiedad á los que le acompañaban, explicándoles las mejoras que proyectaba introducir.

Y, diciendo y haciendo, se arrojó del caballo y se fue con mucha humildad a poner de hinojos ante la señora Teresa, diciendo: -Déme vuestra merced sus manos, mi señora doña Teresa, bien así como mujer legítima y particular del señor don Sancho Panza, gobernador propio de la ínsula Barataria.

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